Un minero a un topógrafo: "Haz lo que tengas que hacer y lárgate, porque esto es una bomba"

Cinco testigos declararon este martes en el juicio por la muerte de seis mineros e incidieron en que la bóveda y los niveles de gas "no eran normales"

R. Álvarez
28/02/2023
 Actualizado a 01/03/2023
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Dos barrenistas, un picador, un ayudante de picador y un auxiliar de topografía declararon en la mañana de este martes en el juicio por el accidente que el 28 de octubre de 2013 causó la muerte de seis mineros de la Hullera Vasco Leonesa (HVL). Con sus testimonios, cuatro de ellos incidieron en la sensación de inseguridad que les generaban los trabajos en la zona del accidente, el pozo 7 del macizo 7. «Había problemas de atrás, desde el principio», señaló Alfredo Álvarez Fernández, barrenista de la llave en el taller del siniestro, en el tercer relevo. Él trabajó la noche anterior y no acabó el turno. Arrastraba un problema con la espalda y sobre la una y media de la madrugada pidió las «letras» al vigilante y decidió salir. Por la mañana fue al médico y este le dio la baja. La lesión, según indicó, «igual no me impedía al cien por cien trabajar, pero viendo lo que había en el taller opté por irme. Habría aguantado si no estuviera así el puesto de trabajo, pero como estaba como estaba decidí marchar». Lo que «había en el taller» para Álvarez era una bóveda y unos niveles de gas que «no eran normales». «Vi como estaba el taller y la rampa y no quise estar allí», insistió.

De la preocupación por la bóveda y los niveles de gas habló también Alfredo Fernández García, ayudante de picador en el noveno que había trabajado en la planta 7. «Había frecuentes subidas de gas, más que en otras explotaciones», destacó. También hizo referencia a una reunión posterior al accidente en la que el plantilla, Carlos Conejo, les dijo que «en la mina no se movía un rachón» sin que el capataz, David Toribio, lo supiese, que él «era los ojos del capataz» y recordó, además, una conversación que tuvo con el auxiliar de topografía de Tabliza, Sergio Alonso, cuando se disponía a entrar para hacer mediciones en la que le dijo: «haz lo que tengas que hacer y lárgate porque esto es una bomba. Había peligro de gas, teníamos miedo». Este mismo testigo advirtió que «en La Vasco siempre primaba la producción a la seguridad», que existían represalias y que él mismo las sufrió y que el rescate el día del accidente –en el que dijo que participó aunque le preguntaron por qué nadie más lo situaba allí– fue «un caos total».

El tercero en declarar fue el auxiliar de topografía Sergio Alonso, al que le preguntaron por un error en el plano del taller que se subsanó con posterioridad, antes del momento del accidente, según creyó recordar. Supo que los trabajadores consideraban que se trataba de una zona problemática por el aviso que le hizo Alfredo Fernández García, quien le dijo «vete, vete, que esto no pinta bien» –palabras diferentes a las que él empleó en su interrogatorio– e incidió en que «la mina aprieta, se mueve», por lo que las mediciones pueden variar. Respecto a la forma de elaborar los planos apuntó que se van realizando a medida que se toman los datos, sobre la base de la labor que se ejecuta. Destacó también que la Hullera Vasco Leonesa tiene un departamento de topografía específico y que él estaba destinado a Tabliza, él solo.

Por su parte, el barrenista de la sexta planta Manuel Ángel de Castro también remarcó que «la rampa no daba la sensación de que fuera bien». «La situación no era normal, pasaba el tiempo y no hundía. Había preocupación», dijo sin hacer una referencia directa a la palabra «miedo» porque «cada uno lo expresaba a su manera». De Castro comentó que le contaron que en la explotación «se oía como si se estuviera resquebrajando algo, estallidos en la rampa» y que en ella el carbón que se extraía tenía la particularidad de que era «muy duro», como en el resto del macizo, de «mejor calidad» y también con «más metano». Desde su experiencia –llevaba en la empresa desde 1996– los protocolos respecto a cómo actuar cuando se producen picos de gas se seguía, pero consideró que «no es normal» que se escuchen «muchos petardazos». En todo caso, a preguntas de los letrados subrayó que no estuvo en la planta 7, por lo que sus declaraciones tanto durante este juicio como las que hizo en su momento a Minas están basadas en lo que le contaron.

Por último, el picador sutirador José Manuel Rosino relató el accidente que vivió en primera persona en el macizo 7 en el año 2012 y por el que estuvo de baja durante un mes y medio. Él y sus compañeros habían acabado la jornada laboral y se disponían a salir a la calle cuando avanzando la galería notaron «una inundación de polvo, el aire vino de frente y nos impulsó hacia atrás. Notamos una explosión y salimos por los aires», dijo. Él se dio un golpe en la cabeza contra un poste que le rajó el casco, le rompió la luz del frontal y le produjo una brecha en la cabeza por la que necesitó veinte puntos. Por el sonido de la voz de sus compañeros pudo avanzar hacia ellos, se pusieron el autorescatador y salieron. Desde entonces no volvió a trabajar en el macizo 7 y pasó al noveno no sabe si a petición suya como tal o como «regalo» del capataz, que fue el que le dijo que no volvería a trabajar en este. «Me prometieron que no me volvían a mandar más al 7», afirmó, porque «había sido un accidente bastante grave». Desde entonces fue una vez en un momento puntual y solo en una ocasión le asignaron ese destino y ni siquiera llegó a entrar. «Le dije (al capataz) que a ese macizo no quería ir, que no estaba dispuesto a jugarme la vida otra vez y me contestó que había sido un error y me destinaron a otro», apuntó. «Era unmacizo muy peligroso».

Respecto a si hubo «similitudes» entre este siniestro en el que él resultó herido y el de 2013, el que ocupa este juicio, advirtió que en algunos casos «bastantes», aunque a preguntas de otro de los letrados admitió que el origen de ambos «fueron otras cosas» porque según les contaron entonces, en el de 2012 lo que hubo fue una explosión que los desplazó por la «existencia de un ventilador neumático no eléctrico». ¿Cree que era previsible?, le preguntaron. «Para nosotros no, porque salimos tan tranquilos del taller teniendo un día completamente normal...», aunque estimó que el de 2013, después de lo que había escuchado, «fue mucho más previsible que el nuestro».
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