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Un millón de viviendas

19/05/2023
 Actualizado a 19/05/2023
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Desde que tengo uso de razón profesional, incluso quizás unos años antes, cuando estaba estudiando en la Escuela de Arquitectura (y de eso hace unas cuantas, demasiadas, décadas), llevo oyendo exactamente la misma frase: «En España hacen falta un millón de viviendas».

Al principio, claro, eran los profesores, que no sé si lo decían como información dentro de la enseñanza, o, más probablemente, como zanahoriapara que, prestos al rico pastel, termináramos los estudios y nos pusiéramos a trabajar.

Luego fueron los que estaban al mando del país, por entonces, desde el Mopu. Y más y más, a lo largo del tiempo, incluso en la gloriosa época de la explosión inmobiliaria. Y así, hasta hoy en día. Ayer mismo lo oí.

Altibajos aparte, economía global mediante, la constante del millón ha permanecido flotando en el ambiente, muy posiblemente porque no se puede olvidar que, cuando por primera vez oí «lo del millón», España tenía algo así como 37 millones de habitantes, y hoy, mayo de 2023, estamos en casi 47 millones.

Y todo eso en un país de propietarios de viviendas, ese oscuro objeto de deseo de todos, políticos, promotores, constructores, técnicos y, desde luego, propietarios, un país con el mayor índice de propiedad en Europa, forjado, sobre todo, en aquellos planes de viviendas de VPO (Viviendas de Protección Oficial) del antes mencionado MOPU, construidas a caballo del nacimiento de una clase media pujante y fortalecida a partir de los Planes de Desarrollo de un tal López Rodó, del que muy poca gente se acuerda. Sin dejar de lado la promoción a mayores, de la construcción estrictamente privada, sobre todo en las grandes ciudades.

Y así, años y años.

Así que hoy, «que faltan un millón de viviendas», nada tiene de particular que se vuelva a coger la bandera de la oferta de miles de unidades a construir.

Bien venidas sean, incluso más que se promovieran. Pero, que nadie piense que van a florecer mañana, que una cosa es predicar y muy otra el dar trigo, pues la realidad es la que es.

Veamos. Cincuenta mil viviendas del Sareb. ¿Qué es el Sareb? En realidad el saco (por no decir vertedero) donde fueron a parar miles y miles de suelos y construcciones de todo tipo y condición, construido, sin construir, a medias, bien y mal. Una entidad que recogió indiscriminadamente todos los restos del naufragio y que, durante años, fue liquidando y traspasandoa terceros. Y, como es natural, como pasa en cualquier tienda de liquidación, en todos esos años salió lo estaba mejor y valía la pena. Así que, lo que queda en los fondos son los restos peores. Esta es la dura verdad, reflejada en que, en «horas venticuatro» (como Lope de Vega), las 50.000 del Sareb se quedaron en 13.000, de momento.

Los terrenos del Ejército. Eso sí que es un planteamiento válido. Pero en estado de gestación, una gestación de muy largo recorrido, a caballo de una legislación profusa y confusa que se ha de gestionar a lomos de una administración proverbialmente lenta, que ha de tramitar la valoración de los terrenos, las publicaciones en BOE, el proceso de venta, modificaciones urbanísticas de Planes Generales, redacción de Planes Parciales (u otras figuras), aprobación, exposición al público, vuelta a aprobar, redacción de Proyectos de Urbanización, urbanización propiamente dicha, redacción de proyectos de edificación, licencia de los mismos, y… construcción. Y algún trámite más que seguro se me quedará en el tintero, pues prácticamente todo el proceso, el largo proceso, queda en manos de las 17 Autonomías, con sus 17leyes del suelo y varios miles de ayuntamientos con sus propias ordenanzas. En fin. ¿Cuánto tiempo es eso? Bastantes años.Y que no me digan que se puede acelerar, que esa cantinela ya me la conozco.

La obligatoriedad de dedicar el 30 % de cualquier nueva edificación a vivienda social (mitad en venta y mitad en alquiler para complicar aún más). Ya en el anterior escrito expuse mi opinión-información. No hay promotor que pueda enfrentar la carga económica y comercial que supone el precepto, muy social y bonito, peroincumplible, al menos tal y como se ha planteado.

El aval del ICO para cubrir el 15 o 20 % (según la propuesta política de que se trate) inicial para la compra de vivienda es una buena ayuda. Solamente tiene una pega, y es que, al final, también hay que pagarla, y es una cantidad lo suficientemente grande como para que, de salida, pocos serán los que, si se lo piensan dos veces, acudirán al aval.

Pero estamos en periodo electoral, y llueven las ofertas. Cuándo y cómo se cumplan, es harina de otro costal, porque el papel lo aguanta todo y las ondas hertzianas y de la TDT ni te cuento.

Aunque, a decir verdad, mejor que se hagan promesas a que no se haga ninguna, porque, además de que alguna, al menos, se cumplirá, siempre podremos quejarnos con razón.

Y eso que cien mil viviendas (depende) parecen muchas, pero son pocas.
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