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Un maestro de quita y pon

28/11/2021
 Actualizado a 28/11/2021
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Acaba de caer casualmente en mis manos el Boletín Oficial de la Provincia de León, nº 202, de fecha viernes 16 de octubre de 1936, en el que se hace publica una «primera relación de maestros nacionales de la provincia de León sustituidos en sus cargos a tenor de lo dispuesto en el número 6 de la Orden de la Junta de Defensa Nacional, fecha 19 de agosto último, que deberán causar baja en sus escuelas». Suman un total de 283 maestros de distintas localidades de la provincia y 15 de la propia capital. De todos los cuales habría que averiguar uno por uno sus respectivos destinos fuera de su oficio. Sin duda varios de ellos serían juzgados y pasados por la cárcel o por las armas. El profesor de la Universidad de León Javier Rodríguez, en un estudio sobre la represión en León, dice que «se ha constatado que fueron más de 40 maestros ‘paseados’ en la provincia de León (‘Testimonio de Voces Olvidadas’, vol. 1, Fundación 27 de Marzo, 2007)». En nueve provincias de las que existen datos sistemáticos, fueron ejecutados en torno a 250 maestros. Y 54 institutos de enseñanza secundaria creados por la II República fueron cerrados. Por añadidura, en torno a un 25 por ciento de los maestros sufrieron algún tipo de represión y un 10 por ciento fueron inhabilitados por vida. La periodista Mª Antonia Iglesias publicó en 2006 estremecedores relatos sobre 10 maestros republicanos fusilados.

El objetivo de acabar con el sistema educativo y cultural republicano fue fundamental en la insurrección del 18 de julio de 1936. Al iniciarse la década de los años treinta el sistema educativo español se hallaba en condiciones precarias. El Estado tenía una presencia débil, subordinado a la actuación de la Iglesia católica en la enseñanza. De esta forma, la Segunda República nació con un programa de reforma global del sistema educativo que incluía la construcción urgente de escuelas, la dignificación del maestro –circulaba entonces y prosiguió más tarde al término de la Guerra Civil lo de que «pasas más hambre que un maestro de escuelas»– con un aumento sustancial de sus retribuciones, el establecimiento de un sistema unitario de tres ciclos, el fomento de una pedagogía activa y participativa, y una concepción laica de la enseñanza. La reforma concitó la hostilidad de sectores poderosos de la sociedad española, fundamentalmente de la Iglesia católica que veía en ello el menosprecio de su papel preponderante en la enseñanza.

El leonés Honorio García Álvarez se formó en la Escuela Normal de Magisterio de León. Aparece entre los maestros sustituidos, en su caso de Astorga. Pertenecía al partido de Izquierda Republicana y al Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza. Ingresó en la docencia en 1934, siendo destituido al principio de la Guerra Civil, según el listado del citado Boletín Oficial de la Provincia de León. Al acabar la guerra cruzó de Cataluña a Francia, Después de pasar por varios campos de concentración franceses y haber alcanzado la libertad en Tolouse, le sorprendió la guerra mundial. Repatriado en 1944 se dedicó a la enseñanza particular y otros trabajos secundarios. En 1953 fue rehabilitado en el Magisterio Nacional, pero con la pérdida de todos los derechos adquiridos, por lo que pidió y obtuvo la excedencia voluntaria para trabajar en la industria y en varios centros docentes. En 1972, el Tribunal Supremo le reconoció todos sus derechos como profesor de EGB, regresando a la docencia, para jubilarse dos años después. Es autor de una novela histórica titulada ‘Un republicano’ (Gráficas Celarayn, 1978) y de un método de enseñanza titulado ‘Cartilla de Nori’ (Signatura JT–F570, de la Biblioteca de Castilla y León (Valladolid).
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