Un libro para despertar, un nuevo Zohar

Edward animará a Lecomte a escribir un libro que ayude a recuperar la capacidad de análisis del mundo a cada lector

Rubén G. Robles
29/08/2020
 Actualizado a 29/08/2020
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–Si queremos de verdad provocar un cambio profundo en las mentalidades es preciso que los individuos conozcan y sepan. Es preciso que adquieran la conciencia de la manipulación  dirigiendo sus esfuerzos a descubrir la palabra secreta que esconde cada individuo en su interior: riqueza, desigualdad, compromiso, honestidad, corrupción. El modo en que utiliza el lenguaje, nos desvelará su aleph, su palabra secreta, su primer sefirot.
–¿Cómo es posible alterar la capacidad de lectura de los individuos?
–Entregando los elementos que permitan una lectura conveniente a nuestros intereses. Llenando las redes sociales de informaciones falsas, tergiversadas, movidas. Todo cuanto flota en el océano de las redes es como una sopa cálida y espesa, sin sabor. Imposible saber lo que es verdad y lo que no, imposible conocer la diferencia. Y las agencias de inteligencia se aprovechan de esas circunstancias inundando las redes de hoax y memes que les puedan beneficiar.
–Ya veo –dijo Jean Louis-. Esas técnicas, para un amante de los libros, para alguien al que le guste y disfrute de la lectura ¬-Jean Louis se estaba refiriendo sin duda a sí mismo- les son conocidas. Y no son pocos los amantes de los libros esas técnicas de manipulación les son conocidas, las pueden reconocer.

Se oía el estruendo de las aves al otro lado de la fronda de árboles. Parecía ahora más comprensible y se podía, incluso, escuchar con la imaginación aunque de manera breve, alguna melodía con la que fueran a hablar. El aroma de los melocotoneros era una fragancia formidable y expansiva. En el aire se sentía el nerviosismo y la electricidad de los insectos dentro de las cajas y las bolsas transparentes. De algún modo eran conscientes de que servirían de alimento a aquellos otros volátiles y emplumados animales. El cielo se veía atravesado de unas nubes blanquísimas manchadas de la humedad poluta, sucia y espesa de la contaminación del aire. Una secuencia rápida de nubes atravesó el cielo entre las copas gigantescas de los árboles. Las hojas parecían cambiar de color, su envés giraba intermitente, unas hojas verdes, lanceoladas  y titilantes. Se veían venir los bordes de la tormenta a aquel rincón de la ciudad.
–El objetivo de nuestros gobiernos es impedir que nuestros jóvenes adquieran la capacidad para interpretar –dijo Edward.
–¿Cómo se consigue? –preguntó Jean Louis.
–Se consigue a través del exceso de información y de unos pésimos planes de enseñanza. Convierten al individuo en una esponja capaz de absorber todo sin capacidad para elaborar un juicio crítico, le dejamos en el ámbito de las creencias, del mito, sin que pueda acceder al logo, al conocimiento.
–Le entiendo –le dijo Jean Louis-. Un bombardeo masivo impide todo análisis, impide que llegue al conocimiento.
–Exacto. El exceso de información impide el conocimiento –continuó Edward-. Cualquier información se vuelve inerte por sí misma, sumergida en el mareante océano de redes. Se convierte en una unidad aislada, sin posibilidad de activación, desapareciendo como posible causa de peligro o amenaza.
–¿Debo entender, preguntaba Jean Louis, que desde la Organización me han asignado la tarea  de escribir un libro que proponga la intimidad de la lectura frente a la visceralidad, la fe ciega, en la religión de las nuevas tecnologías?
–Sí.
–¿Un libro que señale la necesidad de recuperar la capacidad de enjuiciar y analizar el mundo y que enseñe a leer y a ver?
–Solo la intimidad que propone la lectura de un libro puede salvar el mundo salvando a los individuos. Debemos volver al libro, a la escritura, a la cultura bíblica, porque de alguna manera las nuevas tecnologías nos han devuelto a la subcultura de la oralidad, aunque sin su magia, sin su ciencia, nos han devuelto a la fe y al mito. Nos han devuelto al territorio que nos obliga a creer lo que se dice en las redes sociales, como una nueva religión –le dijo Edward.
–Entiendo –dijo Jean Louis.
–Se trataría, sí,  de proponer un libro frente a las nuevas tecnologías, sí, un libro que contribuyera a la construcción de una sociedad diferente, de ciudadanos, de individuos crecidos y conscientes, libres, un libro que les permita leerse a sí mismos, en la intimidad de la lectura con que se construye un libro al leer. Devolverles al interior de la ampolla de cristal, a su palabra secreta, a su aleph. Un libro que proponga una idea de sociedad mejorada, con sana ambición de perfeccionamiento colectivo e individual.
–¿Y debo ser yo quien escriba ese libro?
–Tal vez, mi misión era proponerle la tarea –le dijo Edward. El mundo que estamos, en apariencia disfrutando, es el resultado de la angustia terrible que inoculamos, del miedo fabricado. Gracias a ellos dos, a la angustia existencial inoculada con artificio y a la fabricación de un miedo, necesario para obtener consentimiento, pueden nuestros gobiernos obtener las ventajas que se desprenden de la dominación del otro a través de la palabra. A través del dominio narrativo hacen de nosotros lo que quieren. Pero lo que no saben nuestros gobiernos es que el miedo fabrica armas ideológicas, ideas por las que luchar y morir y el individuo construye su universo ideológico mediante la palabra secreta, su aleph, su sefirot y todos los artificios que la narrativa pone a su disposición.
–Luego, el resultado del miedo, en realidad, ¿es el rearme ideológico de los individuos?
–Pero es necesario un acicate. Le voy a contar algo que seguro que usted ya sabe. Cuando Estados Unidos tuvo que enfrentarse a la Guerra Fría, reclutó a los nazis que habían luchado en el frente oriental contra los rusos, pues los norteamericanos carecían de la experiencia para hacerlo con posibilidades de éxito y rigor.
–¿Y qué consecuencias ha tenido?
–El triunfo de la política de Estados Unidos en el mundo y de la sociedad que ellos han propuesto, ha supuesto también  el triunfo de la dominación del otro a través del miedo, un triunfo que proponían aquellos a quienes tuvieron que reclutar para alcanzar el éxito, los agentes nazis que sobrevivieron a la locura de la II Guerra Mundial porque les protegieron.
–No me extraña el actual rostro del mundo. Todo es resultado de la ideología aplicada del nazismo y su final.
–Recuerde que Hitler era, para los estados europeos de la época, en sus primeros momentos, quien detendría el avance de los comunistas en Europa. Pero tras la derrota y la ruina del nazismo, los norteamericanos al ver el mundo dividido y bajo la amenaza del comunismo, recurrió de nuevo a aquellas figuras del nazismo cuyos conocimientos, experiencias y métodos podían ser utilísimos a los intereses de las agencias de inteligencia norteamericanas, quedando así infectada de la ideología que habían combatido durante la IIª Guerra Mundial.
–No es la primera vez que escucho ese argumento –le dijo Jean Louis. ¿Vivimos en nuestros días bajo el triunfo del nazismo?  
–Es terrible admitirlo señor Lecomte, pero así es.
–Resulta terrible saberlo.
–Pero la manipulación  de los individuos de la que le he hablado no termina ahí. ¿Puede un recuerdo ser cartografiado y después ser registrado para trasladarse a otra mente y ser reproducido ad infinitum?
–No lo sé –respondió el profesor francés.
–Todavía no, aún es pronto. A pesar de los enormes avances y de los esperanzadores resultados que señala el profesor japonés Michiu Kaku. Podremos grabar los impulsos del hipocampo y reproducirlos, pero no solo podremos captar la imagen de una emoción y recuperar un cerebro amenazado de la enfermedad de alzhéimer, o crear una biblioteca donde queden recogidas las ideas y el modo de pensar de un ser humano único, irrepetible y genial.
–Debo admitir que sería una maravillosa posibilidad, una magnífica consecuencia. En las manos adecuadas, por supuesto.
–Pero también podrá tener terribles consecuencias, como pueda ser el crear hombres con cerebros en los que se pueda reproducir los impulsos de cómo piensa un asesino  y convertir seres humanos, supuestos defensores de la patria, en asesinos cuyo ánimo esté controlado según los intereses de quienes financien el avance.
Edward vio la sorpresa mezclarse con el miedo en el rostro de Jean Louis.
–Pero hasta que eso ocurra y se consiga sobre la mente de un ser humano, seguirán siendo los libros y la palabra, el aleph, el origen de toda idea, el único método capaz de llegar a lo más recóndito de la mente de un hombre e inocular una idea, acompañada del aroma de un tósigo perfecto, de un veneno dulce y exquisito que después de su lectura no le habrá de abandonar. Y es usted, si no me equivoco y según lo que me han dicho, quien va a hacerlo, como lo hiciera su escritor, Enrique Gil y Carrasco, será su sucesor al reencarnar sus valores y hará como hizo su relato, desatar y producir el cambio, como él hizo, a través del relato de la ampolla de cristal inspirado en la cábala del Zohar y el árbol sefirótico.

Al oír todo aquello Jean Louis se sentía como si se hubiera derribado un edificio por dentro. Él era de los que aún pensaban que Estados Unidos era el país impulsor de la democracia en el mundo, paradigma de las libertades, adalid del derecho internacional humanitario y de la justicia universal. Miró a Marie, que desde la otra mesa, veía cómo Jean Louis se agitaba al percatarse en pocos segundos y tras el discurso de Edward, del triunfo histórico de los nazis y cómo su política y métodos se habían impuesto en el gobierno del mundo.
–¿Y cómo vive usted ahora, después de salir de Estados Unidos?
–Huyendo y perseguido. Señor Lecomte, le diré una cosa, escriba ese libro.
–Y ¿cómo lo hago?
–Con nuestros relatos, con lo que le hemos ido contando, porque no soy el único que le ha dado las claves, ¿no es verdad? Tampoco soy el último peldaño de árbol sefirótico, la décima esfera, la corona de Heinrich, el último sefirot.
–Es cierto, no ha sido el único.
–Con su palabra, su aleph, su primer sefirot y nuestras historias, señor Lecomte, su corona de ideas, su keter. Le hemos ofrecido las herramientas con las que trabajar un inmenso bloque de piedra con el que hacer un libro, trazar una historia transversal que atraviese el tiempo. Mézclelo con un poco de aventura y unos personajes originales y tendrá un éxito literario, estoy seguro.

El analista estadounidense parecía reírse con su ocurrencia.
–Yo quiero escribir un clásico, no un best-seller.
–Por eso le han elegido a usted, porque usted quiere pervivir con sus acciones, como quienes formamos parte de la Organización, más allá de la propia materia, más allá de la propia historia.

Jean Louis miró a Marie, sentada en la otra mesa. Permanecía atenta a cada gesto. Edward se levantó, sus acompañantes lo hicieron al mismo tiempo. Marie esperó a que Jean Louis se despidiera de Edward. No dejaba de mirar al interior de la cafetería, pero nadie se había movido en su interior. Parecía como si alguien hubiera reservado aquel momento para ellos. Cuando se levantaron les ojeó una lagartija para ir a esconderse entre las piedras separadas y rotas de uno de los terrarios del jardín. Y desde la sombra de los árboles el reptil se despedía abriendo una boca enorme de hambre o quizás de aburrimiento y parecía al hacerlo sonreír.


En la próxima entrega Marie desvelará a Lecomte algunos secretos familiares del pasado y detalles sobre la Thule Geselschaft y su financiación
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