26/11/2019
 Actualizado a 26/11/2019
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Entendemos que la palabra progresista está emparentada con la palabra progreso, que, según el diccionario, significa «ir hacia delante, avance, adelanto, perfeccionamiento». No resulta difícil comprobar cómo la humanidad se ha ido desarrollando y avanzando, desde los hombres primitivos hasta nuestros días, desde la invención de la rueda a las naves espaciales, desde el descubrimiento del fuego hasta Internet, desde la medicina de Hipócrates hasta las operaciones con láser… En este sentido parece que el paso del tiempo significa progreso, pero solamente lo parece, lo cual no quiere decir que siempre lo sea.

Es preciso tener en cuentala llamada «ambivalencia del progreso», lo cual significa que el progreso puede tener consecuencias muy negativas. Pongamos algún ejemplo: la aparición del automóvil supone un gran avance en las comunicaciones, pero también ha dado lugar a miles y miles de muertes por accidente; lo mismo podemos decir de los avances de la industria, dado que pueden ir íntimamente unidos a la contaminación, o la abundancia del dinero en el sentido de que puede ser un aliciente para caer en los peores vicios…

Así mismo el progreso material no siempre se corresponde con el progreso moral y espiritual. Hace no mucho tiempo oímos a un político de sobra conocido que justificaba el aborto con el argumento de que «estamos en el siglo XXI», como si atentar contra la vida humana de un ser inocente e indefenso fuera una señal de progreso. Es como cuando algunos políticos consideraban progresista fumar porros o drogarse.

En el orden social y económico la izquierda siempre ha presumido de superioridad moral y de progresía, de defensa de la justicia social, pero en la práctica sabemos que el comunismo y familia solamente ha generado falta de libertad, miseria y violencia… Y en todo caso los únicos que parecen progresar son sus dirigentes, que pasan de las filas del paro o de otros puestos de trabajo a ocupar altos cargos de gobierno, de vivir en barrios obreros a habitar en palacios o chalets de lujo, de cobrar salarios modestos a grandes sueldos…

Si ser progresista es vivir a costa de los incautos votantes, si es favorecer el libertinaje y atacar la verdadera libertad (de expresión, de enseñanza, de culto, de crear empresas…), de facilitar la muerte de los no nacidos y de los ancianos, de destruir la institución familiar, de acabar con las clases medias, de hacer crecer el paro, de atacar a la religión, de hacer añicos la nación… ¡Viva el progresismo! Eso sí, pero que viva muy lejos.
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