Un gaseosero en el recuerdo

16/09/2021
 Actualizado a 16/09/2021
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Pocas imágenes despertarán más recuerdos que esta de hoy: una pequeña selección de botellas de gaseosa con un nombre, una fábrica, un pueblo, un recuerdo, un gaseosero y su camión, cuando llegaron los buenos tiempos que antes las repartieron con carro o furgoneta.

Y mil historias con nombre propio pues en la memoria de todos hay un gaseosero y sus historias. Hubo cientos en la provincia, varios en cada comarca. Todavía queda alguno, más bien pocos y habitualmente suman a sus encargos de gaseosa la distribución de otras bebidas con más presencia.

Lo que ya no quedan son aquellas botellas grabadas con tapón de porcelana. Curiosamente el tapón llegó a ser lo más caro del producto, «mucho más que la gaseosa, ni comparación», confesaba uno de los últimos románticos, Miguel el de Espumosos Robles, y aún pagándolos caros se convertía en una complicada empresa encontrarlos.

Así fueron muriendo aquellos gaseoseros que gastaban dos bromas, una la de hacerse llamar «fabricante de bebidas refrescantes» y otra la de mezclar su gaseosa con los mejores vinos, paladearlos con cara de entender mucho y decir con solemnidad: «No es malo este vino, lo noto porque no estropea a la mi gaseosa».

«Cuando a la gaseosa se le empezó a llamar casera supimos que era tiempo de vender el camión... o llenarlo de Coca Cola». Certero diagnóstico.
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