Un ganadero de Lario, obligado a matar sus 140 cabezas de ganado

En la explotación de Daniel Puerta han detectado un positivo en tuberculosis en una de sus vacas y ahora deberá sacrificar a todas, aunque no estén enfermas

T. Giganto
04/05/2022
 Actualizado a 04/05/2022
Daniel Puerta junto a las reses que pastan en una pradera ubicada en las inmediaciones del pueblo de Lario. | MAURICIO PEÑA
Daniel Puerta junto a las reses que pastan en una pradera ubicada en las inmediaciones del pueblo de Lario. | MAURICIO PEÑA
Las praderas que rodean el pueblo de Lario no pueden estar más verdes, ni más bonitas, en esta época del año. Salpicadas de capilotes que florecen aquí y allá, son un paraíso para las reses de ganado vacuno que pastan en ellas. «¿Bienestar animal? Esto es bienestar animal», dice Daniel Puerta, un ganadero de Lario, mientras las contempla en una estampa que, vista desde cualquier perspectiva, es una imagen de postal. Es imposible llevarle la contraria. Las vacas se recuperan estos días de una paridera numerosa y tras ellas corren flamantes terneros recién nacidos en la explotación de Daniel, la que primero fue de su padre y por la que ha trabajado para mantener toda su vida.

Pero no es idílica esta primavera para este ganadero de Lario que se enfrenta a días difíciles. En un saneamiento rutinario, una de sus reses dio positivo en tuberculosis días antes de Semana Santa. Según manda la normativa, fue sacrificada. «Pero yo desde aquello ya quedé mosca, ¿sabes? Y justo. Este lunes me llamaron de la Unidad Veterinaria de Riaño con el anuncio de que tendría que hacer un vaciado sanitario, tengo que matar todo el ganado. Ya ves. Son las reglas. Ahora falta que me notifiquen por escrito», explica Daniel con impotencia, mientras sostiene una vara con la que desolla el suelo de la pradera. El vaciado sanitario supone tener que sacrificar todo el ganado de su explotación ganadera, unas 140 cabezas, «dejar el libro de la explotación a cero». «Después de sacrificar el ganado, hay que desinfectar y dejar que pasen cuatro meses para volver a empezar. ¿Tú te crees que hay derecho a tomar una medida así por un positivo?», lamenta Daniel, que ve necesario que la normativa no sea tan drástica y que puedan someter a su ganado o al de cualquiera en esta misma situación a una segunda prueba antes de tener que sacrificarlo por completo.

«Hay otra cosa que no se entiende. Yo tengo que matar todo el ganado porque una vaca dio positivo en tuberculosis, pero el resto del ganado que me obligan a llevar al matadero está sano. Una vez sacrificado pasa a la cadena alimentaria sin ningún problema, porque es que es ganado que está bien, que no tiene ninguna lesión. ¿Por qué me tengo yo que deshacer de él si está bien? No se entiende y no es justo», dice Daniel, que sigue repitiendo «no es justo» durante un buen rato mientras sigue desollando el suelo con la vara.

Daniel asegura que su ganado no ha tenido contacto con otras cabañas y que tampoco ha comprado reses de otras explotaciones, por lo que alude a la fauna silvestre la propagación de enfermedades como la tuberculosis. Según los últimos datos ofrecidos por la Junta de Castilla y León en su página web la prevalencia de la tuberculosis fuedel 0,10% en el total de explotaciones de la provincia de León en 2020 y del 0% en 2021. En la del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación los datos vienen desglosados por comarcas y señalan que en de Cistierna fue en la única en la que se declararon casos de tuberculosis bovina en 2020 con una prevalencia del 1,72% de los rebaños con positivos en esta enfermedad. La tendencia de la tuberculosis en las cabañas ganaderas de la provincia ha ido a la baja en los últimos años y el objetivo del Ministerio es «alcanzar la erradicación que se plantea para el año 2030, considerando como tal el lograr una tasa de incidencia de establecimientos confirmados como infectados por el complejo ‘M. tuberculosis’ no superior al 0,1% en ese año en todo el país». Así figura en un documento de la Dirección general de Sanidad de la Producción Agraria en el que referencia a la Unión Europea como la que marca la normativa en los protocolos a seguir en caso de infecciones de tuberculosis.

Lo cierto es que no son muchas las explotaciones que sufren situaciones similares a la de Daniel, según los datos ofrecidos por las administraciones, pero las hay y cuando toca capear la situación «no es fácil». Hace no mucho le pasó lo mismo a su cuñado, un ganadero de la localidad de Burón. «Le mataron todos animales, no le quedó ni uno. Y a empezar de cero», denuncia. Vuelve la vista a los terneros que tiene detrás: «Mira, solo de pensar que tengo que matar a todos se me parte el alma, no me fastidies». Y enumera lo difícil que lo tienen los ganaderos en la comarca pues la normativa choca en su día a día con otras cuestiones como la protección del lobo. «Esa es otra, los ataques. Esto no puede ser», lamenta.

Al volver al coche, el ganadero de Lario deja la vara en el asiento del copiloto. Ahí fuera, en la pradera, queda el agujero que hizo con ella en el suelo. Y al enfilar la salida de la finca, Daniel suspira: «Tendré que volver a comprar vacas, ¿qué voy a hacer con 60 años? Si esto es lo mío, si estoy a gusto aquí con los bichos». Recuerda que cuando le dijeron «vaciado sanitario» la mente se le quedó en blanco. «Es injusticia tras injusticia. ¿Cómo se van a incorporar así los jóvenes? ¿Qué va a ser de nosotros?», dice Daniel antes de despedirse.

– Suerte.

– No sé yo, dice con una sonrisa noble, de las que saben esbozar quienes viven por y para sus «bichos», como él llama a sus vacas. Pero en los despachos en los que se elaboran las normativas no vieron esa pradera de Lario ni ese ganado de Daniel.
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