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Un ‘gameplay’ incierto

26/05/2020
 Actualizado a 26/05/2020
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Dos preguntas me asaltan estos días de forma recurrente y, probablemente más de uno de ustedes compartirá mis interrogantes y mis desvelos de media noche. El primero, ¿hasta cuándo? y el segundo, ¿después qué?

El hasta cuándo resulta difícil de predecir, pues aunque nos afanemos en pasar de fase, como si estuviéramos inmersos en un videojuego tratando de permanecer ‘game on’ y evitando a toda costa el ‘game over’, una cosa es la gestión y normalización de la crisis sanitaria y otra, el control de la enfermedad… Lo preocupante del videojuego, si me apuran, no es tanto el «no pasa de fase» o «siga jugando», sino la pantalla final… ¿después qué?, ¿existe una segunda parte de este especial videojuego coronado?, ¿cuál será la situación post-covid?

Dichosa de haber nacido en un estado constitucional y afortunada de haber vivido en una sociedad libre que ha permitido desarrollarme como persona y como profesional, advierto no sin cierta preocupación, que algo se está alterando y la templada normalidad a la que muchos estábamos acostumbrados se tambalea.

No cabe duda que los tiempos han cambiado y que los tiempos nos han cambiado, pues este virus silencioso, ha dado al traste con la hoja de ruta de todos, ha hecho desvanecer los sueños de muchos, ha alterado los patrones más elementales de comportamiento, bloqueado nuestra vida social y profesional y nos ha golpeado fuertemente como sociedad. A todo esto, se suma lo que me resulta más inquietante: las incertidumbres se acrecientan…

Los asiduos recordarán nuestra particular diagnosis del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad normativa de muchos de nuestros gobernantes en tiempos del covid, y que, como expusimos el 28 de abril en este medio, hacía pender de un hilo el principio de seguridad jurídica de nuestro ordenamiento. Ahora, tras unas semanas de ese diagnóstico, advertimos, además de esa inseguridad jurídica, todo un fogueo de incertidumbres.

En los dos últimos meses, día tras día hemos asistido a un tsunami de información proveniente de fuentes oficiales y oficiosas, en muchos casos contradictorias, (recuerden él mascarillas no, ahora, mascarillas sí) que, no en vano, han motivado desconfianza, desorientación y por qué no decirlo también, manipulación en algún momento. En definitiva, una incertidumbre informativa generalizada y, junto a ella, no sin preocupación, una incertidumbre institucional que va más allá del mercadeo político, que el estado de alarma parece haber instaurado en el Congreso. No es este un espacio de análisis político, pero después de levantarme el jueves pasado con acuerdos ocultos y su posterior corta y pega unilateral, la credibilidad de la clase política acrecienta las incertidumbres sobre el final de la partida…

Incertidumbres incluso, acuciadas por la tensión entre los poderes públicos, entre el ejecutivo central y los autonómicos y, entre el ejecutivo y el judicial con el exponente más próximo de éste, en las declaraciones del vicepresidente y el posterior comunicado del Consejo General del Poder Judicial, en clara oposición a ellas. Algo nada deseable ante la más que probable judicialización de asuntos que se avecina, fruto del desbarajuste de la crisis sanitaria y de los desaguisados que aflorarán por las circunstancias que sobrevengan a la misma.

El abismo de las incertidumbres presenta un sainete en medio del ‘game’, que promete alargarse más allá del descanso, más aún cuando esas incertidumbres se expanden al ámbito del funcionamiento de la Administración post-covid y especialmente, por lo que más cerca me toca, al funcionamiento de la Administración de justicia.

Sin embargo, la incertidumbre que me asalta de forma más inquietante y que probablemente se manifieste como consecuencia de todas las incertidumbres anteriores, es la motivada por el riesgo de fragmentación social que se percibe hace días. Lo preocupante no es que hayamos abandonado la cocina de nuestras casas, para cacerola en mano, cocinar el hartazgo desde los paseos de las ocho, sino que en esos paseos se estén cocinando enfrentamientos de los que se alimentaban las dos Españas de Jarcha y que personalmente, al margen de diferencias políticas de unos y otros, de otros y unos, me inquieta que se asienten en este particular ‘game’ coronado. Porque, como recoge Poaolo Giordano en su reciente libro, «No tengo miedo de caer enfermo. ¿Y de qué tengo miedo? De todo lo que el contagio puede cambiar. De descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes».

En esta encrucijada amigos, sólo nos queda apostar por la esperanza, por el temor, o quizás mejor, por una esperanza sin perder el temor, lidiando para no quedarnos sin vidas, en este particular juego coronado con un ‘gameplay’ incierto.
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