Secundino Llorente

Un ejemplo de Oxímoron

25/11/2021
 Actualizado a 25/11/2021
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Oxímoron es una figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto. Según la RAE es «la combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido». Por ejemplo: noche blanca, muerto viviente o silencio atronador.

El pasado martes, 16 de noviembre, el Gobierno ha aprobado el polémico Real Decreto de Evaluación, Promoción y Titulación, que da nuevas instrucciones a los profesores para 2021/2022 y 2022/23, con buena parte del curso ya comenzado y con la oposición rotunda de Madrid, Andalucía, Galicia, Castilla y León y Murcia, porque se rebaja la exigencia y se desconcierta a los docentes y, por lo tanto, estas comunidades tratarán de no aplicarlo dentro de los márgenes legales. Ninguna novedad. Nada que no supiéramos. En el Real Decreto, los alumnos podrán graduarse sin tener todas las asignaturas aprobadas, se permitirá presentarse a la Selectividad con un suspenso y no habrá recuperación en la ESO.

El comentario de los titulares de prensa ha sido unánime: ‘APROBAR SUSPENDIENDO’. Es una contradicción interna y un oxímoron perfecto. Suena muy mal. Viene a confirmar que, independientemente de que trabajes o no, independientemente de que suspendas o no, todo va a ser igual ya que no te juegas nada, porque pase lo que pase VAS A APROBAR. «Todo encaja», si tenemos en cuenta que la Educación en España está en niveles vergonzosos, tal y como nos dicen año tras año los informes, tipo Pisa, y si tenemos en cuenta que este Gobierno siempre ha mostrado una alergia a todo lo que suponga esfuerzo y una tendencia a todo lo contrario. Lo que no podemos entender es la explicación demagógica de la nueva ministra de Educación, Pilar Alegría, a esta reforma. Ella había estado muy calladita hasta ahora, pero con la aprobación del Real Decreto se ha visto obligada a saltar a la palestra con su impecable lenguaje inclusivo y dando muestras de su escasa experiencia docente. Se ha atrevido a justificar el «aprobar suspendiendo» con esta frase lapidaria: «así se premia el esfuerzo basado en la motivación, no en el castigo». ¿A quién quieren engañar? ¿Dónde está la motivación? ¿Cuándo y quién ha castigado aquí? A un niño de tercero de ESO no se le ayuda, ni se le motiva, ni se le estimula diciéndole que no se preocupe y que viva tranquilo porque va a aprobar y a promocionar igual esforzándose o no haciendo nada. La ministra había prometido una moratoria en la medida, porque, con el curso ya empezado, con la oposición de cinco comunidades autónomas y el estupor generalizado en la comunidad educativa, todo era muy complicado, pero ahora quiere hacernos creer que lo mejor para el alumno es aprobar suspendiendo. Todo un síntoma de cómo entiende el Ejecutivo un asunto tan complejo, delicado y decisivo para nuestro futuro como es la Educación. «¿Alguien puede creer que será un estímulo para los alumnos aprobar suspendiendo?» Ojalá me equivoque, pero pienso que será un desastre y una secuela más de esta maldita pandemia, que ha propiciado la desgana y la falta de motivación del alumnado, y, consecuentemente, unos resultados académicos nefastos. Pero, pobrecitos, bastante han sufrido ya. Hay que aprobar a todos aun suspendiendo. Lo peor es que este buenismo, con estos gobernantes, cada vez irá más. A ver quién pone freno al deterioro y declive de los niveles educativos en España. Es verdad que la pandemia abrió las puertas del aprobado general, pero a ver quién es el ‘majo’ que pone freno ahora a esta caída y arregla la avería. Las previsiones no pueden ser peores. Con estos gobernantes ya no se sorprende uno por casi nada, aunque aún quede margen para alguna sorpresa. Igual que ya se puede aprobar con todas las asignaturas suspensas en la ESO, pueden llegar a hacer lo mismo con el bachillerato. «Dales tiempo». La deriva de la educación en España es imprevisible y acaso se pueda afirmar, emulando las viejas palabras de Alfonso Guerra, que la educación en España puede llegar a cambiar tanto que ya no la conocerá ni la madre que la parió.

Por otra parte, la semana pasada en Bruselas, el Consejo Europeo pidió a nuestro país que acometan cuanto antes las reformas pendientes, especialmente las educativas. Hay que reducir el fracaso escolar y aumentar de forma considerable el número de bachilleres. Y hay que hacerlo con una visión de conjunto, sin que ninguna autonomía quede descolgada, como si eso que llamamos España fuera en verdad un Estado indiviso. ¡Qué simpáticos! Pero ya hemos encontrado el truco para que este nuevo real decreto tenga distintas varas de medir en función de los centros educativos. La decisión de que un alumno pase o no de curso se tomará de forma colegiada por la junta de evaluación del colegio o instituto al finalizar el curso. Es el equipo docente a quien se otorga la responsabilidad última de la decisión sobre la promoción y la titulación del alumnado. Serán los profesores quienes tengan que tomar la decisión después de valorar si el alumno ha alcanzado el adecuado grado de adquisición de las competencias. Señores lectores, ¡qué dislate! ¿Se imaginan a lo que podemos llegar?

Por último, a partir de ahora se va a otorgar a todos los alumnos el mismo título, pero con niveles diferentes que van desde la excelencia a no tener ni idea de nada. Esto me recuerda la parábola del hijo pródigo. Es la historia de dos hijos, uno excelente y otro irresponsable, que pide a su padre la parte de su herencia, para derrocharla. Antes de pasar hambre decide volver junto a su padre, que lo celebra con un gran banquete y con el enfado de su otro hijo, el excelente y responsable, que se pregunta: ¿Para qué he trabajado yo? Una pregunta me queda en el aire: ¿Qué respuesta ha preparado el gobierno para el alumnado excelente que SÍ se ha esforzado?
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