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Un drama y un escándalo

16/01/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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Resulta bochornoso que mientras tantos miles de personas están deseando llegar a España y a Europa, poniendo su vida en peligro, otros, que no paran de mirarse al ombligo, encerrándose en ellos mismos, están deseando salir, aunque de hecho también están gestando su propia ruina. Más de tres mil personas, entre ellas muchas mujeres y niños, quedaron sepultadas el año pasado bajo las aparentemente apacibles aguas del Mediterráneo, en su legítimo deseo de salir de la miseria y de la opresión. También miles de españoles que han tenido o tienen aún que emigrar o exiliarse, con la diferencia de que antes no había de por medio tantas mafias que se aprovecharan de su penosa situación. Hoy hay mucha gente sin conciencia que no tiene escrúpulos en arrasar con los ahorros de toda una vida de familias a las que engañan prometiendo un paraíso que no van a encontrar.

Estamos totalmente de acuerdo en que la emigración necesita un control y un ordenamiento, una regulación, pero también en que las personas que salen de su tierra tienen tanta dignidad y tanto derecho a vivir dignamente como nosotros. Más aun, muchas de esas personas nos dan cien vueltas y ejemplos en todo, muy especialmente los refugiados. Es totalmente injusto pensar que inmigrante o refugiado es sinónimo de terrorista o delincuente.

Parece claro que en este sentido la vieja y cristiana Europa no se está comportando precisamente con brillantez y ejemplaridad a nivel de dirigentes políticos, pero quizá tampoco a nivel de mentalidad de los ciudadanos que podemos permanecer indiferentes o mirar hacia otra parte.

El 14 de enero se ha celebrado la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, bajo el lema de ‘acoger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados’. Es verdad que a los políticos les corresponde una especial responsabilidad, pero no olvidemos que a los políticos los elegimos los ciudadanos y que podemos pedir o apoyar más o menos determinadas iniciativas. Pero también a nivel individual se nos pueden presentar casos concretos en los que sí podemos hacer algo. ¡Qué casualidad! El mismo día del inmigrante, a la salida de misa, se presentó una familia de refugiados, cuyo primer problema era la falta de leche y pañales para su niña. Un problema bien fácil de solucionar. Atender esa petición no soluciona todos los problemas de la inmigración, pero es un granito de arena. Si todos tomamos conciencia, muchos granos de arena pueden formar toneladas. Todo es cuestión de ponerse en su lugar.
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