Un Don Pasquale de altura

El bajo galés Bryn Terfel debuta en el papel titular de la última gran comedia de Donizetti, que se emite en directo desde la Royal Opera House de Londres y puede verse este jueves a partir de las 20:15 horas en los Cines Van Gogh

Javier Heras
24/10/2019
 Actualizado a 24/10/2019
El bajo galés Bryn Terfel en su caracterización de Don Pasquale de la ópera de Donizetti. |  L.N.C.
El bajo galés Bryn Terfel en su caracterización de Don Pasquale de la ópera de Donizetti. | L.N.C.
El nombre de Bryn Terfel tal vez no resulte muy familiar a los espectadores de ópera menos habituales, pero los aficionados de medio mundo agotan entradas para verlo. El galés (Pant Glas, 1965) es una estrella entre los bajos, al nivel de Kaufmann o Flórez entre los tenores. Si ya su calidad tímbrica, dicción y potencia serían motivos suficientes, además arrolla por su personalidad. Hijo de granjeros, es lo contrario a un divo: cercano, afable, comunicativo. Recientemente puso en pie Madrid y Barcelona con recitales en los que explota su carisma, presencia (1,93 de estatura) y teatralidad, propia de un showman. Por si fuera poco, reivindica las canciones populares y protagoniza musicales estadounidenses como 'Sweeney Todd' y 'El violinista en el tejado'.

En Londres completa un círculo que inició hace tres décadas. Su carrera arrancó con papeles cómicos ligeros; brilló en Salzburgo como Fígaro y como Leporello. Poco a poco, fue ensanchando su repertorio, cada vez más dramático, hasta llegar a Wagner (Wotan, el Holandés). Ahora, a los 53 años, regresa al principio y debuta como Don Pasquale. Parece el destino: cumple un cuarto de siglo desde su primera función en la Royal Opera, y acaba de casarse –el pasado verano– con una arpista 22 años más joven que él, Hannah Stone, un guiño involuntario al argumento de esta comedia.

Su aproximación al personaje recuerda a otro de sus roles de cabecera: el Falstaff verdiano. A ambos los retrata con gracia, gusto y credibilidad, saboreando los matices del texto, con un canto seco en las partes bufas y conmovedor en las afectivas. Junto a él, la soprano rusa Olga Peretyatko, nueva en Covent Garden después de triunfar en Berlín o Múnich. Premio Franco Abbiati de la crítica musical italiana y especialista en Rossini, aborda con seguridad las coloraturas. Ioan Hotea, tenor rumano galardonado en 2015 en Operalia, no pisaba Londres desde que en 2017 sustituyese a Roberto Alagna en ‘L’elisir d’amore’. Markus Werba, barítono austriaco, demuestra agilidad en los juegos de palabras del dúo. Desde el foso, el italiano Evelino Pidò extrae energía y precisión de la orquesta.

'Don Pasquale' se verá en directo en Cines Van Gogh este jueves a las 20:15 horas. El montaje de Damiano Michieletto, una coproducción de Londres, Palermo y París, subraya la vigencia de estos personajes y sus situaciones. Nos ubica en el presente, con decorados modernos, minimalistas y diáfanos, y proyecciones de las imágenes que un equipo de rodaje va filmando sobre el escenario. El director veneciano alzó el prestigioso premio Olivier por su ‘Cavalleria rusticana/Pagliacci’ en la Royal Opera. Está especializado en comedias: en Salzburgo ha dirigido un osado 'Falstaff'; en La Fenice, un bello y ágil 'Così fan tutte'; en el Real no se olvida su ‘L’elisir d’amore’, situado en una playa al estilo de Benidorm.

Antepenúltima de las 64 creaciones de Donizetti (1797-1848), representa el punto final del bel canto, la corriente que dominó Europa en la primera mitad del siglo XIX, liderada por Rossini. En ella, todo estaba al servicio de la voz, con melodías líricas memorables y pasajes virtuosos para el lucimiento de los cantantes (coloraturas). 'Don Pasquale', considerada la última gran comedia bufa, vio la luz en París en 1843 como encargo del Théâtre des Italiens. El maestro de Bérgamo había perdido a sus padres, su esposa y sus hijos, pero se creció ante la urgencia. En ese otoño frenético también adaptó 0Linda di Chamounix0' y entregó 'La Regina di Cipro'. Aquí, como de costumbre, recurrió al autoplagio, con fragmentos de creaciones anteriores, aunque el ensamblaje de las piezas es fluido y coherente. Parece increíble que consiga contagiarnos alegría de vivir… a pesar de que él ya sufriera los efectos de la sífilis, por la que moriría años después.

El libreto de Giovanni Ruffini trata de un ricachón que pretende imponer una esposa a su sobrino y termina escaldado; contiene estereotipos derivados de la Commedia dell’arte italiana (el viejo avaro, el enamorado idealista…) y situaciones típicas de la farsa, como el simulacro de boda. Sin embargo, la caracterización es realista, nunca grotesca. Nos creemos el amor de Ernesto y Norina, y sentimos compasión hacia el viejo y su soledad. El público la adora desde su estreno; en apenas un año se expandió por toda Europa y llegó a América y Australia.
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