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Un descafeinado Comité Ejecutivo

04/08/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Era viernes y no llovía cuando se celebraba el Comité Ejecutivo del Partido Popular de León. Quizá hubiera hecho falta el agua. Fue anteayer. Y, entre trémulo y gozoso, habló el oráculo. Se escuchó a un Juan Martínez Majo abierto encanal de arriba a abajo –es un decir– frente al respetable. Emocionado. ¡Qué cosas! En un gesto de estulticia previa, anunció que la autocrítica por la reciente debacle electoral de la formación el pasado 26 de mayo, había empezado por él mismo y por la pérdida de la Diputación y de la alcaldía de Valencia de Don Juan. Pobre. ¡Cuánto sufrimiento!

Era, naturalmente, el papel del libreto que le tocaba interpretar. La justificación ideada. Con el corazón encogido, con continuos golpes de pecho y con la mirada degollada, lo iba desgranando. En su estado más puro. Y lo señalaba en presencia del vicealmirante de Génova, Teodoro García Egea, actor destacado de la comedia de pan y sardina representada en el salón ‘de un céntrico y conocido hotel de la capital’. De momento, el seráfico y compungido presidente provincial salvaba el culo. A base de tiritas y agua oxigenada, eso sí.

Pues bien, todo fue una farsa en do mayor para templar gaitas y acallar a los críticos más destacados, que se removían en las sillas como si tuvieran alfileres en las posaderas. A Martínez Majo, que va por la vida de bonachón, le faltan redaños –decían– para presentar la dimisión y volver a su vida profesional, si es que aún sabe alimentarla. Cierto. No va a mandar (casi) nada a partir de ahora. Lo sabe. Madrid le ha puesto por delante a un propio. A José Miguel González –un hombre de confianza de la ‘casa’– como secretario general con mando en plaza y plenos poderes. Como capitán general. De manera, que está haciendo el ridículo más espantoso. Más de lo que se esperaba. Su máxima, no obstante, es atornillarse en el cargo –en estos momentos, la presidencia del partido ya es un carguito– para continuar medrando a pesar de todo y de todos. Cual sombra alargada. Y sólo ansía seguir teniendo visibilidad en el caleidoscopio político de la Junta de Castilla y León, su próxima meta. Su recompensa como perdedor y mal hacedor.

Porque tendría huevos que a un fracasado como él le gratificaran con una responsabilidad de amplio sueldo. Que por eso no se apea del burro, claro. Y más huevos tendría la cosa si Alfonso Fernández Mañueco, el amo del gobierno autonómico, le propusiera para el rango de director general como delegado territorial del ente en la provincia. ¿Ya no tiene memoria Alfonsito? Una humillación para cientos de afiliados y para miles de leoneses. En puridad, lo que debería hacerel presidentito es volver con los que se fundió y conspiró hace cuatro años. Con los de aquella panacea menesterosa, que, ahora, son un crujir de dientes desde que, al amanecer –si es que madrugan–, ponen los pies en el suelo.

Y es que hay que tener mucho deshago y muy poco respeto a uno mismo para mirar hacia otro lado y silbar ‘El puente sobre el río Kwai’ cuando cruza hacia el paseo de Salamanca. El primer zambombazo que le dieron al presidentín, hace unos meses, fue cuando Madrid –el propio García Egea– le anuló las candidaturas al Congreso y al Senado. Chaval –vino a decirle–, en la nueva propuesta que nos envíes escribe los nombres que te digamos y no los que a ti y a la ‘cla’ os parece. Y se la envainó. Como las espadas de los derrotados. Y tuvo que ‘tragar’ con el número uno a la Cámara Alta y con el dos al palacio de la Carrera de San Jerónimo. Y a callar. Esta situación ya debería haberle abierto el nuevo camino. El de la despedida. Empezaba a ser un dígito a la izquierda. Pero, con las dos manos engarabitadas, se mantuvo, hierático, cogido a la silla.Por si sonaba la flauta. Y no sonó. Ahí están las pruebas.

¿Para qué ha servido, entonces, el ‘urgentísimo’ comité ejecutivo de marras? Sencillamente para defraudar y encabronar aún más a mucha gente, que, por imposición, abandonaba tan muda como había entrado la sala hotelera. El fútil cónclave, al final, se había vestido con el compromiso de un próximo giro a distintos postulados una vez pasado el verano. Banalidades. Lo que hace falta es un congreso a cara de perro y camisas abiertas donde se bata el cobre en condiciones. Y donde afloren las verdades del barquero sin medias tintas. Continuar con el zorro –hay, y es incomprensible, alguno más también junto a las pitas– paseándosepor el gallinero en plan vigía no es la mejor medida. Ni la solución. Todo lo contrario. El ‘restyling’ no ha servido. Un fiasco.
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