Un Barcelona coral abusa de un Madrid que murió de solista

Los de Luis Enrique, con un Messi que empezó en el banquillo, arrollaron a un equipo merengue que fue una colección de estrellas sin orden ni concierto

Alejandro Cardenal
21/11/2015
 Actualizado a 18/09/2019
Iniesta celebra el tercer gol en el Bernabeú. | EFE
Iniesta celebra el tercer gol en el Bernabeú. | EFE
Triunfó el bloque, frente a las individualidades; la esencia ante la indefinición. El Barça volvió a conquistar el Bernabeú (0-4) siendo fiel a sí mismo y abusó de un Real Madrid que con la complicidad evidente de un Rafa Benítez que no quiso -o no se atrevió- a hacer el planteamiento que le pedía el cuerpo, cayó en un termino medio que en el fútbol no es virtud.

El partido de los blancos no duró ni diez minutos, los cinco primeros de cada parte; dos arreones aprovechando la pasividad de los de Luis Enrique, que una vez se hicieron con la pelota, ya no la soltaron. Los azulgrana apagaron el ímpetu merengue mimando el balón y jugaron a placer, con Messi como testigo de lujo desde el banquillo, ante la presión desganada y desacompasada de un equipo que con Modric, Kroos, James,Bale y Ronaldo no puede, no sabe y no quiere jugar a correr detrás de sombras.

Al primer rondo llegó el gol. El triangulo del centro del campo azulgrana desordenó la defensa durante medio minuto para que Sergi Roberto y Luis Suárez hicieran fácil lo difícil. El canterano se infiltró entre líneas y encontró al uruguayo que abría la lata al primer toque.

El tanto rompió a un Madrid que ni se creyó superior -para muestra, la expulsión de Isco con el partido ya agonizando- ni confió en la remontada. Las comparaciones fueron odiosas. Piqué y Busquets, complicaciones incluidas, garantizaban que el balón fuera culé desde el área de Bravo. Pero el protagonista indiscutible fue Iniesta. El manchego estrenó brazalete en el Bernabeú con exhibición, asistiendo a Neymar en el segundo y anotando el tercero, ya en la segunda parte, tras una dejada exquisita de Suárez con el tacón.

Con el 0-3 se hicieron más evidentes las virtudes de uno y las carencias de otro. La goleada reafirmaba el gusto de los azulgrana por el balón, acumulando apoyos y garantizando siempre una salida en corto. ¿En el Madrid? Sálvese quién pueda. Los merengues, acostumbrados a que Rambo gané la guerra, se encomendaron a un chispazo que nunca llegó ante el deplorable partido de un Cristiano que ni está, ni se le espera y un Bale que sigue sin justificar el desorbitado precio de su fichaje.

Suárez marcó el cuarto casi a placer y solo la falta de puntería de Munir -la camiseta del Barça todavía le queda muy grande- evitó que la ansiada ‘manita’ se hiciera realidad y quién sabe si salva la cabeza de un Benítez en la cuerda floja tras la derrota en Sevilla y la hecatombe en el clásico
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