Un año en la vida de los sanitarios leoneses (1895)

Por José María Fernández Chimeno

26/05/2021
 Actualizado a 26/05/2021
Vacunación contra el Covid-19 en el Palacio de Exposiciones.
Vacunación contra el Covid-19 en el Palacio de Exposiciones.
Casi olvidadas ya por la población las pestes que asolaron León durante la Edad Media, en el siglo XIX hará su aparición una nueva epidemia que en oleadas sucesivas recorrerá la provincia provocando el terror y la muerte: el cólera morbo asiático.

La grave enfermedad colérica está asociada a un acceso insuficiente al agua potable y a una mala gestión de las aguas residuales. Por ello, todavía en el siglo XXI, es una enfermedad endémica en algunos países subdesarrollados. Durante el siglo XIX, España padeció cuatro graves epidemias de cólera en los años 1833-1834, 1854-1855, 1865-1866 y 1884-1885 que causarían más de 800.000 víctimas. El agua era sin duda el principal vehículo de transmisión de la bacteria ‘Vibrio cholerae’, pero la costumbre española de inhumar los cadáveres en el interior de las iglesias también contribuyó a ello. Para atajar este problema, Carlos IV había emitido una Real Cédula, el 28 de junio de 1804, ordenando la construcción de cementerios en lugares alejados de las poblaciones.

La última epidemia entró en España a través de la región levantina en 1884. Aletargada durante el invierno, reapareció en 1885 con virulencia. Como medida de desinfección se aplicó el cloruro de cal, intentando así la no propagación. El Gobierno de la Regencia de María Cristina (1883-1902), ordenó cuarentenas y cordones sanitarios en las poblaciones más infectadas, cerrando ciudades y comercios, mientras envió a los lazaretos, donde no había ni camas, a cientos de infectados. Las medidas tomadas por las autoridades civiles afectaron a todas las actividades lúdico-sociales, planteándose prohibir el dar funciones teatrales hasta que no se terminasen las rogativas contra el cólera. No obstante, las representaciones dramáticas no se suspendieron y, aunque presididas por el miedo al cólera, el Consistorio leonés «autorizó al señor presidente para que conceda el Teatro para las próximas ferias (feria de Los Santos) á la compañía que mejor satisfaga los deseos del público» (AHML, 4-10-1985, sf.). Los festejos en el Teatro de León siguieron y el abono se abrió el sábado 17 de octubre de 1885, para ver a la Compañía de ópera de José Tolosa.

Así las cosas, un rayo de esperanza se abrió en el cielo cubierto de nubes de tormenta y el ingenio español volvió a brillar en la persona del joven médico bacteriólogo (naciente rama de la medicina que debe sus investigaciones a Pasteur) Jaime Ferrán Clúa. En 1884, la Real Academia de Medicina premiaba su Memoria sobre el parasitismo bacteriano y el municipio de Corbera de Ebro le enviaba a Marsella para que estudiase la amenazadora epidemia de cólera. Después de numerosísimas pruebas en animales da por fin con la vacuna para combatir la enfermedad del cólera y comunica su descubrimiento a la Academia de Ciencias de Paris.Jaime Ferrán Clúa es llamado a Valencia al estallar la epidemia de cólera (1885) y procede a la inoculación masiva de la población de Alcira y de otros lugares. A pesar del éxito obtenido, se desató la polémica, pues prevaleció el criterio de quienes opinaban que era peligroso el «método ferraniano», y el Gobierno prohibió la vacunación. En medio de la polémica generada en el mundo de la medicina, surgieron tantos detractores (el futuro premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, entre otros), muy críticos con el secretismo del médico catalán sobre su procedimiento e investigaciones, como partidarios convencidos en España, Francia y Alemania: figuras de la talla de Calmette y Ehrlich. Su memoria, publicada en Valencia en 1886, sería vertida al francés en 1893, con el título: ‘L’inoculation préventive contre le choléra morbo asiatique’.Dicho esto, los avances en el campo de la medicina no se detuvieron y a las puertas de un nuevo brote epidémico, en el año de gracia de 1894, tenemos constancia de que en toda España se están preparando para la vacunación de la población. En las Actas de la Diputación de León se instaba a que: «Previa oficial declaración de urgencia, se acordó aprobar la cuenta justificada que presenta el Director del Centro de Vacunación Don Gabriel Fernández, importante cincuenta y siete pesetas que se pagarán con cargo al Capítulo correspondiente del presupuesto provincial». [ADPL, L-93 (1894)]. Y, un año después, se notifica: «… que por el Alcalde de esta Capital, se había indicado verbalmente la conveniencia de que fueran vacunados los presos de la Cárcel y Correccional y los acogidos en el Hospicio; y como opera que para los últimos está preceptivamente mandado en el artículo 274 del Reglamento interior; y que en cuanto á los presos de la Cárcel del partido, no tiene la Diputación intervención alguna, se acordó previa declaración de urgencia hacer presente al Sr. Gobernador la conveniencia de que á los penados del Correccional se les aconseje sean vacunados, y en el caso de que á ello no se opusieran, la Diputación facilitará la linfa vacuna necesaria que el Médico del Establecimiento pudiere, y cuyo gasto, se satisfaga con cargo al crédito indeterminado del Comunal». [ADPL, L-95 (1895)]Todos estos esfuerzos se canalizaron a través del Hospital de San Antonio Abad de León, que era propiedad del Cabildo de la Catedral y, al no tener la Diputación hospital provincial (dos años antes, en 1893, el arquitecto provincial Francisco Blanch y Pons había elaborado los planos del primer proyecto), había firmado un concierto con el Cabildo para sus obras de beneficencia. Si bien los médicos leoneses fueron protagonistas de reseñas periodísticas (como Jaime Ferrán) sus gestas no llegaron alcanzar una estatua y su correspondiente pedestal, desde el que el pueblo les tributara el merecido reconocimiento; y su callada labor solidaria, a pesar de salvar numerosas vidas, en la mayoría de las ocasiones pasó totalmente desapercibida.¿Acaso no recuerda todo esto a la situación actual que padecemos? Y, ¿tal vez no hemos aprendido nada, después de pasados 126 años? Por fortuna los tiempos han cambiado y luego del gesto solidario de la ciudadanía hacia los sanitarios, que han expuesto sus vidas y hecho frente a la pandemia de Covid-19 (saliendo la gente a aplaudir a los balcones de sus casas a las ocho de la tarde o al paso de las ambulancias por las calles vacías), ahora sí hay quien está dispuesto a reconocerles el mérito y a encumbrarles cual «héroes anónimos».La apuesta decidida del escultor leonés Amancio González para que estos abnegados servidores de la sanidad pública tengan «su estatua y pedestal» pronto se hará realidad; y nadie mejor que él para que nos confiese que le ha movido a realizar una escultura conmemorativa de grandes dimensiones, que será colocada frente al Hospital Provincial de León, y por qué motivo ha elegido a San Jorge como modelo de todos los valores que encarnan nuestros sanitarios.

Respuesta de Amancio González es reveladora: «Este proyecto en el que se vuelve a representar al mítico San Jorge y el Dragón no es más que un recurso alegórico sobre la siempre presente batalla entre el bien y el mal. San Jorge siempre ha estado muy unido a la fuerza de superación y contra la tiranía y en la leyenda de la hazaña de este Santo se dan simbólicamente todos las circunstancias que podemos apreciar en la actual batalla entre el hombre y el virus COVID-19, el dragón que representa el mal porque en este caso tiene cautiva a la princesa que representa al pueblo inocente, la lanza que sirve de intermediación entre los dos mundos no es otra cosa que el instrumento del que se sirve el bien para derrotar su enemigo, la ciencia o la medicina –e insiste–. El concepto fundamental de este proyecto no es otro que el de involucrar a todas las personas que de una u otra manera participaron y participan en esta lucha para que se puedan identificarse con nuestro héroe, tanto las que se enfrentaron a él en primera línea arriesgando directamente sus vidas hasta los que se quedaron en sus casas guardando la cuarentena». Añade, pues, a la segunda pregunta: «En el proyecto que presento, el Dragón se ha transformado en una forma similar a la del coronavirus causante de la pandemia, la escena se desarrolla en el aire, un elemento ideal donde nuestro ‘dragón’ se desenvuelve perfectamente, elementos volátiles e ingrávidos dominan la escena, al contrario que nuestro protagonista, que, a lomos de su caballo, un animal terrestre, batalla sin descanso en un territorio del que bien podríamos definir como de incertidumbre. La escena principal capta un momento álgido de la batalla en el que nuestro héroe muestra su esfuerzo y valor en la lucha contra el mal, no habla de victoria y sí de lucha, que es exactamente ese mensaje y esos valores lo que pretendo transmitir en esta escultura».

José María Fernández Chimeno es Doctor en Historia y experto en arquitectura.
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