Un altavoz para la dignidad

Adavas, Asociación de Ayuda a Víctimas de Agresiones Sexuales y Violencia de Género, cumple 25 años de actividad pionera en León

E.F.G. (ICAL)
29/05/2016
 Actualizado a 01/09/2019
La presidenta de Adavas, Carmen Carlón (i), con otras componentes de la ONG, en su sede de León. | PEIO GARCÍA (ICAL)
La presidenta de Adavas, Carmen Carlón (i), con otras componentes de la ONG, en su sede de León. | PEIO GARCÍA (ICAL)
Al amparo de la Asociación Flora Tristán, con el teléfono y el piso de una de las fundadoras como únicos recursos, en 1991 nació la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas de Castilla y León. Las 15 agresiones sexuales perpetradas en 1989 y 1990 por el conocido como ‘violador del chándal’ -13 en León y dos en Asturias- motivaron su creación. «Nos dimos cuenta de que las mujeres estaban desamparadas y desasistidas. Ninguna de las que habían denunciado habían ido con acusación particular y nos pareció conveniente personarnos en nombre de todas las mujeres de León que habíamos sufrido ese miedo», resumen las más veteranas del colectivo.

Reunidas para comentar sus 25 años de trayectoria, algunas de las responsables de su puesta en marcha y otras que acumulan varios años como trabajadoras, colaboradoras y/o voluntarias explican que la actual Adavas, con sede en la capital leonesa, surgió con vocación autonómica y a partir de su experiencia se pusieron en marcha las de Salamanca y Valladolid. Fue la cuarta de este tipo en crearse en España, después de las de Madrid, Cantabria y Asturias, de la que recibieron apoyo para arrancar.

De sus inicios destacan una realidad social que dejaba escenas lamentables como la que reproduce la abogada Herminia Suárez respecto al juicio del ‘violador del chándal’, para el que pidieron -entonces bajo las siglas de Flora Tristán- 202 años de prisión. De los 106 años a los que fue condenado el agresor, sólo cumplió 12, y cuando salió en libertad condicional en 2002 volvió a delinquir.

En el camino recorrido por Adavas, algunos casos de ámbito nacional han marcado su tarea. «El asesinato, violación y tortura de las tres niñas de Alcàsser (Valencia) nos espoleó para empezar a preparar unos protocolos», rememora Carmen Carlón, presidenta de Adavas. Años después, también vivieron con especial intensidad la muerte de Ana Orantes, una mujer granadina a la que su exmarido mató prendiéndola fuego tras atarla, en noviembre de 1997, días después de que ella contase su caso en un programa de televisión.


Mujeres pioneras


Un contacto con el entonces Gobierno Civil puso las bases para iniciar uno de los pilares de la actividad de Adavas. A partir de ahí iniciaron reuniones para darse a conocer y ofrecer su colaboración a distintas entidades y Cuerpos de Seguridad. «Íbamos a la Guardia Civil a presentarnos y a decir que existíamos como asociación y que estábamos dispuestas para dar formación. Contactamos con la Policía Nacional y y trabajamos para hacer un protocolo en los hospitales», explican.

Dieron sus primeros pasos en una época, inciden, en la que la sociedad no ofrecía repulsa a este tipo de delitos y se muestran satisfechas de haber contribuido a crear una conciencia social que ven como absolutamente imprescindible para comprender primero y combatir después este tipo de problemas. También se ha avanzado mucho en materia de legislación. Recuerdan de sus comienzos sentencias del Tribunal Supremo en las que la forma de vestir de las víctimas era decisiva y citan como un hito que ahora -no ocurría hace un cuarto de siglo- el testimonio de la víctima sea prueba de cargo suficiente para enervar la presunción de inocencia.

«Hemos recorrido mucho camino pero a veces, lamentablemente, parece que estamos en el mismo sitio. En la sustancia no hemos avanzado mucho”, lamenta Herminia.

Les preocupa la irrupción de nuevas formas de agresión, con las nuevas tecnologías como aliadas. De fondo, lamentan, «está el sistema patriarcal; no se ve pero está. Eso no se ha combatido».
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