26/01/2023
 Actualizado a 26/01/2023
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En 2019, el último año de prepandemia, un grupo amigos fuimos a la Toscana. No a las ciudades toscanas famosas en todo el mundo sino a la esencia de esta región, a un paraíso inconfundible donde los pueblos, entre paisajes idílicos, parece que se han detenido en el tiempo. Cincuenta jubilados, en su mayoría profesores, decidimos visitar la Toscana profunda en la última semana de abril, la mejor fecha para contemplar su excelente color. Nuestro campamento base estaba en Florencia y desde allí abríamos un abanico y cada mañana salíamos en una dirección que nos permitiera abarcar toda la región. Las expectativas eran muy altas pero la Toscana no nos defraudó. Hemos quedado enamorados de este pequeño rincón del mundo lleno de pequeñas colinas con amurallados pueblos medievales, casi de cuento, rodeados de cipreses o viñedos. Cada día desde el autobús podíamos gozar de unos paisajes que enamoran. Esta región idílica que alucina a los turistas por su campiña llena de colinas en las que se asientan las residencias campestres con sus entradas marcadas por cipreses. Cuando la colina es un poco más pronunciada, la rodean de murallas y aparecen los pueblos paradisíacos y ‘de cuento’. Es muy difícil describir el paisaje toscano porque la sensación ha sido tan fuerte y maravillosa que me da miedo no encontrar las palabras para hacer justicia con lo que he disfrutado. Aún tengo en mi retina y en mis fotos las casas en los picos de las colinas rodeadas de cipreses, los campos llenos de viñedos, los coquetos pueblos medievales o los pequeños montes ondulados con colores indescriptibles. Pero la estampa más típica, bella y bucólica de la Toscana la encontramos en el Valle de Orcia, una auténtica maravilla de suaves colinas, viñedos y filas de cipreses. Pura magia por lo que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Tengo la sensación de que el paraíso de la Toscana no sólo ha quedado grabado en los miles de fotos del viaje, sino que también ha dejado un recuerdo y una huella entrañable en aquel encantador grupo de jubilados.

Un año más tarde, cuando ya íbamos a salir para Sicilia, la pandemia nos paralizó por dos años. En el 2022 pudimos visitar esa isla maravillosa, pero el grupo me seguía pidiendo volver a la ‘Toscana’. A algunos me los encontraba por la calle y me repetían siempre: «Toscana 2, Secundino».

En el mes de octubre, con la duda de volver o no a la Toscana, tuve la suerte de tener una larga tertulia con un amigo de Tarragona. Él es un viajero culto y muy enamorado de Umbría. Mi amigo me repetía con insistencia: «Son iguales. La Toscana y la Umbría son gemelas». Sólo hay una gran diferencia entre las dos: «Mientras la Toscana ha sido abrasada por la publicidad y las hordas de viajeros llenan las calles, plazas, iglesias y restaurantes de Cortona, Arezzo, Volterra o San Giminiano, en los pueblos de Umbría como Gubbio, Spoleto, Asis, Orvieto o Perugia puedes pasear sin ningún tipo de aglomeración, accedes a iglesias en las que el silencio y el verdadero recogimiento te rodea y puedes ir a disfrutar en un excelente restaurante de la mejor comida casera sin tener que esperar mesa. Esa es la diferencia». Mi amigo me aseguraba que el éxito de una u otra (Toscana o Umbría) fue sólo una cuestión de azar. La culpable fue Frances Mayes, escritora americana que pasó varios veranos en la Toscana y se enamoró de la región. Muy famosa por su libro de memorias ‘Bajo el sol de Toscana’, que alcanzó el número uno de los más vendidos del New York Times y que fue adaptada al cine en 2003, con la vibrante interpretación de Diane Lane. El éxito fue total y logró que toda América y Europa soñase con pasear por la Toscana, porque la autora propone al lector una auténtica evasión basada en el optimismo y el equilibrio humano: «La Toscana es el mejor paraíso del mundo para vivir». Por eso mi amigo insistía en que, si Frances Mayes hubiera recalado en un pueblo cercano de Umbría, posiblemente las cosas ahora fueran distintas, y hoy Gubbio de Umbría sería más famosa que Cortona de Toscana.

Las guías turísticas nos dicen que Umbría está situada en el centro geográfico de Italia y es conocida, gracias a su exuberancia, como ‘El Corazón Verde’ de la península: sus suaves colinas y fértiles llanuras están salpicadas de pintorescas localidades, castillos y monasterios que atestiguan su larga historia. Uno de los atractivos principales de Umbría es el encanto primitivo y natural. El paisaje abarca desde las grandes laderas y picos frondosos de los montes Sibilinos a las llanuras de alrededores de Asís y Perugia. El verde color, que se ha convertido de hecho en la marca popular de la identidad de la región, está muy presente y domina el paisaje. El mayor atractivo de muchos residentes de Umbría es su notable legado espiritual y su innegable misticismo. La región natal de San Francisco y Santa Clara se ha convertido en cuna de numerosos centros y maestros espirituales de toda índole. Los retiros de este lugar no son sólo cristianos, sino que están vinculados a cualquier tipo de credo y todo el mundo parece sentirse atraído por el inefable poder de meditación del lugar.

Lo más ilusionante y apasionante de todo viaje es la preparación. Queremos visitar Umbría en la última semana de abril como hicimos con Toscana. La jubilación nos da libertad y nos permite estos placeres. Nuestro campamento base estará en Perugia y desde allí abriremos un abanico y cada mañana saldremos en una dirección que nos permita abarcar toda la región. Deseamos pasear por las callejuelas empedradas de la histórica y espiritual Umbría, esperamos saborear la famosa pasta ‘strangozzi’ con trufa y jamón y desfrutaremos del verdor primaveral de Umbría. A la vuelta os contaremos nuestra impresión. ¡Ojalá, Umbría se convierta para nuestro grupo realmente en ‘Toscana 2’!
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