Últimos avances en fisioterapia

26/11/2015
 Actualizado a 11/09/2019
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No es un error lo que ves, ni la broma de un cantinero, que bien podría serlo, pero no lo es.

Lo que ves sí es el botiquín con el que se desplazaba en sus tiempos buenos el CD La Ercina a sus competiciones casi vecinales, que son las peores, en las que más se masca la tensión.

El masajista, un viejo trabajador de Hulleras de Sabero y Anexas, saltaba al campo con la diligencia de los masajistas que salen por la tele. Corría hasta el lesionado con su botiquín de madera y, como parece costumbre en gremio, «mano de santo», se levantaban los lesionados en menos que canta un gallo, se tocaban las pierna mala y a correr.

Lo extraño es que no salía esa humareda de los sprays, ni el olor penetrante del linimento que decían «del tío del bigote»... El masajista sacaba una botella, bebían un par de tragos o tres... y a jugar.

¿Qué ungüento guardaba la botella? ¿Dóping? Ni mucho menos. Ahí está la respuesta: tequila, coñac, orujo...

El único problemas es que en cuanto se daban cuenta se prodigaban las lesiones. Caían como moscas sin que mediaran fuertes entradas del rival, los había adictos a la caída y lesión.

«Lo malo es cuando empezaban a lesionarse los del equipo rival».
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