«Tú tranquilo, ya vigilo yo»

«Tú tranquilo, que yo vigilo». No hace falta que lo diga, incluso hay gente que cree que los perros no hablan, pero no hay más que verle la cara de listo y de atento que pone para saber que es verdad que vigila, avisa, llama...

Lo que todavía no hacen es hablar por el móvil, pero no por incapacidad sino porque no les interesa, choca con su trabajo que le obliga a no despistarse a estar a lo que tienen que estar.

Cuentan de los colegas del de la foto que llegaron a nuestras tierras no hace tanto, cuando se puso de moda que los perros tuvieran raza; los herederos de los de trabajo, caza y cruce, que eran los más y que, además, desembarcaron con prestigio pues venían de aquella Inglaterra de tanta prosapia y además los paseaban los señoritos ingleses, aquellos que aparecían en las enciclopedias de nuestras escuelas vestidos con abrigo, bastón y sombrero.

Casi nada, acostumbrados como estábamos a tener perros de raza perro, unos, y de raza guto, los otros; que se mezclaban entre ellos como les daba la gana y cuando les apretaba la calentura, las historias que se contaban de ellos era como los cuentos de filandón. Decían que tenían mala leche pues en tiempos lejanos, o no tanto, los utilizaban para peleas y, claro, no está documentado que el que se dedica a las peleas lo haga en son de paz.

Pero ya se les pasó, no hay más que verlo.