04/11/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Las universidades autónomas de los pueblos (en lleunés bar, tasca, taberna, colmado, ambigú, teleclub, ca sidoro... o cafetería si lleva abierta menos de treinta años) ya están impartiendo sus másteres a pleno rendimiento. Ahora, eso sí, aquí las clases son presenciales, no valen cuentos, y además tienes que llegar, averarte junto al mostrador y esperar a que llegue el catedrático de turno, que no es el mismo todos los días, ni tiene hora fija de entrada y mucho menos de salida. Que el saber no ocupa lugar, pero tiempo sí que hace falta y estar al tanto.

Estar al tanto es lo fundamental, no te pase como cuando al Esnortao le mandaron vigilar a las rapazas y le dijo el padre, «tu, al tanto». No pasó nada aquella noche pero a los tres meses se había hinchado.

- ¿No te mandé vigilar?

- Usté me dijo que estuviera al tanto.

- ¿Y tú?

- Yo al tanto. Lo vi todo. Después de lo lento marcharon por detrás de la iglesia, bajaron para los praos bajeros de Llavino, tardaron en volver pero hacían ruido.

- ¿Y no hiciste nada?

- Estar al tanto.

Pues eso. Tú llegas a la Autónoma, ahora que después de los Santos ya solo quedan los pardales, y te quedas al tanto, que algún catedrático llegará.

Sin ir más lejos, que hay que volver y menudo precio que tiene el gasoil, el otro día nos volvió a atacar el virus de la despoblación: en casa Celina, nadie; donde Tita, nadie; donde Chonina, nadie; la fonda vacía; Mercedes no vino ni en el verano; la casa el cura sin feligreses; de los de don Basilio ni se sabe... Y fue cuando Arsenio teorizó: «Esto es la ostia. Cuando yo era guaje iba todo el pueblo a ver la televisión a una casa; ahora hay en una casa más televisiones que paisanos en todo el pueblo».
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