29/05/2023
 Actualizado a 29/05/2023
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Hablan quienes se ocupan de describir lo que sienten los habitantes de la ruralidad cuando constatan que lo que les han prometido sus políticos en tiempo de elecciones nunca se ha visto cumplido, hablan digo, de la tristeza social, poniendo nuevo nombre al nuevo ensueño de un tipo de gobierno que creíamos perfecto y que parece caminar hacia su fracaso. De derrota en derrota hasta la victoria final. Sin atención médica, sin servicios a los ancianos, sin los mínimos cuidados a unas zonas ya parcas en votos y cada vez más alejadas de la sensibilidad de las culturas modernas. ¡Ah! ¡Los pueblos! Aquellos paraísos de cuando la agricultura requería de tantos brazos, y la leche de las vacas, y el precio de los terneros, y… Lo que no había entonces eran políticos. Nadie venía nuca a prometerles nada a los habitantes de los pueblos. Por eso no sufrían decepciones. Ni tristeza social alguna. Sólo rencor y, a veces, pánico. Pero los autobuses pasaban, mañana y tarde, a sus horas cada día. Y el Médico y los Maestros…

¿Y no había tristeza social? Sí, claro que la había. Pero la llamaban miedo. Y ahora, en cambio, todos están tristes: los que se marchan y los que se quedan; los que se marcharon pensando en volver pero no han vuelto; los que no quisieron marchar cuando pudieron; los que no pudieron marchar cuando quisieron; los que volvemos, de vez en cuando, y parece que quieran echarnos de allí algunos de los que se quedan.

Nacho Alonso y Cristina Turrado, y otros cuantos, se quedaron en el pueblo, y junto con otros cuantos, han fundado un grupo de acción con el fin de hacerse con las riendas de Pola de Gordón y desterrar de allí la tristeza de marras, a base de darles con la puerta en las narices a los políticos. Ellos odian el cansancio, y el desencanto que produce la tristeza social. Y creen el futuro de la ruralidad como los niños creen en los Reyes Magos.

Por eso, y porque no nos queda otra que creer en algo si no queremos convertirnos en ‘catalanes de adopción’, ‘madrileños de suyo’ o, simplemente, ‘extranjeros en todas partes’ desde aquí, desde esta atalaya escondida en la que alguna vez soplan favorables vientos, deseamos a esta gente que se mantenga firme en sus propósitos y que cuenten con aquellos que, como el cronista, suelen volver allí «donde habita el olvido» en busca de un ayer que acaso no vivimos lo suficiente. ¿Hay alguna otra alternativa para esta tristeza social que nos está matando lentamente? Se abría. Tontos no somos.
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