07/01/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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A medio camino entre las ilusiones laponas y las orientales advino entre nosotros un tiempo de balances y de promesas. Los primeros, según el predicador del sentido común, resultaron ser muy positivos salvo en las tierras rebeldes del nordeste, donde habitan los únicos males de la patria. Las segundas tomaron la forma de las socorridas infraestructuras, anunciándonos así un año que será más que explosivo en vísperas electorales para pueblos, regiones y otras denominaciones de origen. Entre todas ellas, por ser tiempo de juguetes, los trenecitos ocuparon un puesto de esplendor.

A pesar de lo cual y de lo candorosos que acaban siendo esos momentos, o quizá por ello precisamente, seguimos sin saber nada nuevo o constatando lo de siempre: que se ignoracuándo, cómo o por dónde llegará la línea ferroviaria a la estación de Matallana, que progresa la integración del ferrocarril en su cara oeste pero que tampoco está claro qué ocurrirá con su progresión hacia La Robla y no digamos ya hacia Asturias, que lo de Ponferrada no toca ni tocará, que seguimos en pruebas con los sistemas de seguridad para el incremento de la velocidad y que en otras latitudes, como en ésta, todo sufre un ligero retraso pero que va bien la cosa.

Ni se sabe ya cuántas veces hemos escuchado esta misma canción y nos hemos dejado amodorrar por su estribillo pegadizo: el AVE llegó. Aunque llegase de aquellas maneras menguadas, que es como nos llega casi todo menos lo gastronómico, que es sencillamente efímero. Menguado Ordoño II, menguado el palacio de congresos, menguados los entornos todos del ferrocarril y así sucesivamente. Puras ilusiones laponas u orientales, según creencias o gustos, venidas a menos no por causa de la edad, como sucede a la gente corriente, sino por acomodo gobernante y muy ligera rebeldía popular. En fin, nos queda la salud, de lo que también se ha hablado mucho en estas fechas, que es con lo que se consuelan los pobres cuando no les sonríe la fortuna. Es decir, casi siempre.
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