Trazos de verdad, necesidad y literatura

Sol Gómez Arteaga regresa con un recopilatorio de relatos que debemos leer una y otra vez. Líneas de imprescindible necesidad

Ruy Vega
27/02/2022
 Actualizado a 27/02/2022
Portada de los libros de Sol Gómez Arteaga.
Portada de los libros de Sol Gómez Arteaga.
En qué cosiste la mente humana, papá? ¿En qué? Tú, que siempre tenías una respuesta que darme, quizá para esta tardarías un tiempo en contestar. Yo también, todos. Nuestra mente puede que sea nuestro propio universo; ese espacio único e infinito, que conforma lo que somos en realidad. Porque yo no soy esa persona de pelo moreno que se ve en las fotos. No, no lo soy. Soy lo que es mi mente, porque mi mente es mi ser, mis pensamientos, mis reacciones, mis reflexiones, la que me invita a escribir y la que perfila línea a línea cada una de estas cartas que te escribo.

La propia ciencia ficción (y la ciencia) han tratado este viaje: la posibilidad de llevar la mente, nuestra mente, de un cuerpo a otro. ¿Fantástico o terrible? No lo sé, quizá lo segundo. Permíteme aquí dar un pequeño salto para una gran reflexión, la que mostraba la película Los Inmortales, y que tan bien llevaba como estrofa la canción que nos cantaba Queen: «Who wants to live forever». Papá, hoy regreso de nuevo a nuestro buzón particular de sueños y contacto con la pluma de una gran autora: Sol Gómez Arteaga, a quien ya conocerás en profundidad.

No en vano, ya son varias las cartas que te he enviado hablando de anteriores libros suyos. Trazos de sombra es su nuevo hijo literario. Esta nueva creación está compuesta de cuarenta relatos, acompañada de hermosas fotografías e introducidos con un pequeño texto / verso, muy acorde con lo que posteriormente podremos leer. Creo que podría definir a Sol como la escritora de lo necesario. Sí, así la veo y así la leo. Es ella una de esas estrellas que dibujan susurros en el camino, susurros que nos cuentan en qué consisten las cosas, lo que nos rodea y, a veces, es invisible, pero necesario recordar. Ya lo hizo en sus anteriores creaciones, y lo ha vuelto a hacer, una vez más.

Cada uno de estos textos, los que componen el libro que hoy te traigo, nos hablan de personas. Eso mismo, de personas. De perfiles que nos rodean, que ven el mundo de otro modo y en consecuencia actúan. Personas que necesitan que nos centremos en sus ojos sinceros, pero más allá, en su, precisamente, mente. Porque es allí donde encontraremos comprensión y ofreceremos ayuda. Sol lo sabe y con palabras de realidad y belleza nos lo cuenta. Así nos lo grita en la primera página, con una única frase en ella, una dedicatoria tan preciosa como necesaria: «Va por ellos, los distintos, los que inspiraron estos trazos de sombra». ¡Bravo!

Podemos entender realmente a nuestros protagonistas con una única frase, que la autora incluye en el relato Mi caja: «Al niño no le gustaban las clases en las que la profesora pintaba unos signos en la pizarra que significaban cosas que no entendía». Me pregunto cuántas y cuántas veces ha ocurrido algo similar. Cuántas veces nos habremos dado cuenta, pero cuántas no. Me quedo también con el último párrafo, maravilloso, y entendible en toda su extensión cuando leemos el relato: «Un grito que obligaría a su madre y a su tutora y a esa mujer de los pelos revueltos que a partir de ahora iba a ser su psicóloga a tratar de entender que la caja era su mundo y que todo lo demás le traía sin cuidado». Me confieso, quizá yo también tenga mi propia caja, que aunque no tenga forma de cubo tiene forma de miedo.

Permíteme ahora dar un pequeño salto hasta el relato Como los pájaros, donde podrás leer una carta que escribe una madre y que todos deberíamos leer, tantas veces como laten los corazones de los hijos, las madres y los padres. Podemos leer, al principio de la misma: «Hace tiempo que no tenga nada que hacer aquí, que lo único que me retiene en el mundo es la perra y vosotros, claro. Pero vosotros tenéis vuestra vida encauzada y la mía está llena de dolores de huesos». No miento si digo que esta carta es de los textos que más me han llegado en tiempo, mucho tiempo…

Encontraremos también en estos textos el origen de muchos comportamientos posteriores, y es que nunca debemos olvidar que, en muchas ocasiones, comportamientos finales tienen inicios concretos. Un gran ejemplo es A través del espejo y su primer párrafo: «Tenía dieciséis años cuando empezó todo. Me miraba en el espejo, me veía gorda, entonces empecé a no comer». En este mismo relato de detengo en un final, del que no voy a opinar, solo copiar, porque creo que es tan claro como sincero: «Por eso estoy aquí. La sociedad te impone el 90-60-90 y, aunque yo sé que eso es una bobada como una catedral, hasta ahí llego, frenar la ansiedad no es nada fácil». Orígenes de caminos sinuosos, que no siguen líneas prefijadas y que llegan a salirse de lo esencial.

Orígenes que también podemos encontrar en Compañía y, de nuevo, ese primer párrafo claro y conciso: «Han pasado quince años desde que Juan la abandonó. Pero, como todos los días a las cinco de la tarde, Fanny poner sobre la mesa camilla un mantelito de punto de cruz que ella misma confeccionó y dos tazas de té decoradas con motivos florales. En ella reposa desde mediodía un sobre apaisado con su nombre y apellidos». Relato, por cierto, que es introducido por «¡No estoy loco! Simplemente, mi realidad es muy diferente a la tuya», del genio Lewis Carroll y su Alicia en el país de las maravillas. De entre las distintas historias (o vidas) que Sol Gómez nos cuenta, destaco espacialmente la dibujada en Flores de hiel, que me ha gustado especialmente. Dividido en tres momentos, lo destaco por la profundidad de lo que cuenta, por cómo lo transmite y por lo especial de sus palabras, ya que una a una son sílabas necesarias.

También te menciono otro que guardo ya en el recuerdo de lo necesario. Debo dar un salto para hacerlo. Lo verás casi al final del libro y su título es Aniversario.

Como te decía, papá, el libro está repleto de preciosas fotografías que dan un sentido todavía mayor a las páginas, dotándolas de visualización y profundidad. Son obra de Oscar García Bárcena. No dejes de observarlas con detenimiento. Necesaria parada en ellas.

Papá, me detengo ahora en Pececitos, un gigantesco texto con el que aplaudo. Maravilloso. Me ha llegado al corazón. Qué falta haría leerlo una y mil veces, qué necesario es. No te quiero desvelar nada, prefiero que seas tú mismo quien lo descubra. Pero sí quiero resaltarte su final: «Al ver el rostro amedrentado de sus padres, se arrepiente. Les ha gritado y justo eso es lo que no debe hacer. Presa de un cansancio infinito, rompe a llorar. No se lo merecen. Ella tampoco».

Cuántas y cuántas veces nos hemos vuelto sumergidos en gritos y peleas por circunstancias sobrevenidas que nos superan. Muchas. Por eso es necesario pararse, respirar, y detenerse en un tiempo infinito de reflexión y paciencia. A las flores hermosas no podemos echarles la culpa de que se les caigan lo pétalos. Es ley de vida.

Acabo ya esta nueva carta, papá. Van pasando los años, los libros y las cartas. Cada vez que me sumerjo en una nueva lectura voy seleccionando los textos que querré incluirte, tiempo después, en estas humildes líneas que mensualmente te envío. Son muchos los libros leídos, y de cada uno de ellos he sacado lecciones de vida que no debo olvidar. También he descubierto y aprendido de algunas plumas cuyo trazo es magnífico, con una técnica sin duda fantástica. Y, además de lo anterior, también he tenido la fortuna de poder leer libros que cada uno de nosotros deberíamos hacerlo al menos una vez en la vida, por lo que cuentan, por cómo lo cuentan y porque nos abren los ojos a lo más cercano, pero en ocasiones invisible (o que nosotros no queremos ver).

Sol Gómez Arteaga es maestra en ello, una autora con la que disfrutar y aprender, una autora que susurra en el viento lo que la tormenta nos trae, para que nunca olvidemos que lo importante, muchas veces, está a nuestro lado y con nosotros, aunque no sepamos o no queramos descubrirlo. No sé, pero Trazos de sombra me ha hecho reflexionar, y mucho. Gracias, Sol.

Papá, si bien el presente debemos observarlo para cada uno aportar lo mejor de uno mismo, el pasado jamás lo debemos olvidar, ya que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
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