Transporte escolar: imprescindible pero mejorable

Sin lugar a duda lo que más preocupa a un director de colegio o instituto es su responsabilidad por accidentes de sus alumnos en situaciones en las que no está con ellos. Hace unos años yo estaba impresionado por la muerte de un alumno leonés a causa de la caída de una portería. La noticia del telediario comentaba que ya eran dieciséis los menores que habían muerto en España por lo mismo, caídas de porterías o canastas. ¡Pobres niños! ¡Pobres padres! Pero también ¡Pobres directores! ‘Sin comerlo ni beberlo’ son los responsables de que un niño se cuelgue de una canasta y le caiga encima. Inmediatamente hice una inspección minuciosa de todas las porterías y canastas del patio para poder dormir tranquilo.

Algo similar sucede con el transporte escolar. No deja de ser preocupante para un director que, mientras se despierta a las siete de la mañana, los autobuses de cinco rutas cargados de alumnos están circulando por las carreteras, con lluvia, nieve o hielo, y él es el responsable de todo lo que pueda ocurrir en ese viaje. Para mí era algo muy inquietante y serio. Me preocupaba aunque intentase analizar y evitar todos los riesgos: Realizaba el recorrido de todas las rutas. Tomaba nota de los peligros, paradas, marquesinas u horarios de paso por cada pueblo. Estaba en contacto telefónico directo con los chóferes. Dos alumnos de cabecera de línea me informaban cada mañana, al llegar al Centro, de las novedades en la ruta.

Demasiada responsabilidad para los directores de centros públicos. Reconozco que es un servicio imprescindible y gratuito para garantizar el derecho a la educación y para hacer posible la escolarización en el centro escolar correspondiente, dentro de su adscripción, si el colegio o instituto público está en una localidad distinta al domicilio del alumno. Totalmente de acuerdo. Pero los riesgos y peligros que conlleva este servicio deberían estar más controlados: control de vehículos, control de chóferes, control del comportamiento de los alumnos, y no sólo si se colocan el cinturón de seguridad sino todos los detalles del viaje.

La lista de denuncias que hemos recibido en el Centro por este servicio es interminable. Casos de acoso, gamberrismo, fumar, etc. el chofer no puede atender a conducir y controlar el comportamiento de los alumnos. Despistes como el niño que el primer día de transporte se cambia de ruta y no encontraba su pueblo y su parada. Fueron tres horas de nervios. La familia histérica y nosotros, como es lógico, pasamos por un drama terrible hasta que apareció el niño.

Los periódicos están llenos de noticias preocupantes y variadas sobre el servicio del transporte escolar como: «Despedido el conductor de un autobús escolar de Cuenca que dio positivo en drogas», «A por el Sintrom en el bus del cole», «Padres, empresas y trabajadores rechazan el plan de la Xunta que permite trasladar a adultos mezclados con niños en las rutas escolares para rentabilizar el servicio», «El conductor de un autobús escolar accidentado en Fuenlabrada da positivo por cocaína», «Denunciados 1.500 conductores de transporte escolar en solo cinco días», «Uno de cada tres vehículos controlados por la Guardia Civil carecía de permiso para llevar este tipo de pasajeros», «Imputado el conductor de un bus escolar por circular sin puntos», «Un niño que vive a 14 km del colegio viaja 68 por el rodeo del autobús», «Cuatro niñas heridas en un accidente de autobús escolar en Xátiva». La casuística es interminable y variopinta.

He tenido ocasión de ver cómo funciona el transporte en los colegios de élite privados de Madrid, Barcelona o Valencia. Todos cuentan con una persona por autobús que hace de azafata y que controla y se responsabiliza de lo que ocurre en el recorrido. Posiblemente esto encarecería aún más este servicio gratuito, pero los peligros que conlleva lo requieren. Tarde o temprano llegará la azafata a todos los autobuses escolares. ¡Ojalá que no sea una desgracia, como suele ocurrir, lo que acelere la mejora de la seguridad en el transporte escolar!