Transición ecológica y fiscal justa es redistribuir el beneficio en todo el Bierzo

No puede ser que un ayuntamiento cobre la pasta y el municipio vecino reciba la porquería . El actual modelo fiscal, industrial y ecológico es radicalmente insolidario

Valentín Carrera
25/05/2020
 Actualizado a 25/05/2020
La central de Anllares, en el municipio de Páramo del Sil.
La central de Anllares, en el municipio de Páramo del Sil.
A la espera de que el Ayuntamiento de Ponferrada -pero también la sociedad civil, porque esto va de responsabilidad compartida- ponga en marcha a todo trapo la genial idea del ecoparque que les sugerí hace poco, les propongo hoy un nuevo reto: la reforma fiscal berciana.
Estas páginas -inspiradas en Thoreau, Schumacher (Lo pequeño es hermoso), en Joaquín Araujo y en su maestro Félix, el amigo de los animales- deberían llamarse «Cartas a la esperanza».

Esperanza en la nueva Ley de cambio climático ―que empieza su trámite parlamentario, balbuceante y tímida, como un niño que apenas gatea, que será adulto en 2050, ¡largo me lo fiais!―; esperanza en que algún día los ponferradinos conseguiremos una ciudad Basura Cero; y una comarca berciana libre de corrupción, de incineradoras y de malos aires.

Quiero soñar, como Machado, caminos limpios de la tarde. Un Bierzo distinto a la condena de las últimas décadas, que nos han convertido en una colonia, ya sea del franquismo, de los italianos de Enel (Endesa: 840 millones de beneficios en lo que va de 2020, un 133% más que el período anterior); del capital japonés en Acerinox (Roldán, 285 millones/€ de beneficio en 2018, pero ahora despedirá a sus obreros sin despeinarse); de la brasileña Votorantim (que quiere quemar nuestra salud en Cementos Cosmos); del capital chino de GEDI en Forestalia (que quiere quemar nuestra salud en Cubillos); o de la canadiense Gold-Quest Mining en las futuras minas de plomo que envenenarán el río Sil a su paso por Toral y Carracedelo.

Quiero soñar un Bierzo distinto, sin toda esa morralla devastadora. Una comarca que recupere su dignidad pisoteada por las multinacionales. El caso del ayuntamiento de Cubillos es un buen ejemplo: hace años que le tocó la lotería sin hacer absolutamente nada. Te cae del cielo el gordo de Navidad de Endesa, pagando cada año todas las terminaciones y el reintegro, y te tumbas a la bartola. Se les hunde hasta el polígono industrial, por llamar polígono a aquella cochambre desurbanizada.

Cubillos es un caso clínico de injusticia ecológica: mientras el ayuntamiento hace caja, el resto del Bierzo respira el humo de sus chimeneas. «Transición ecológica justa» sería repartir equitativamente los beneficios en la zona geográfica afectada; dicho en cristiano: el dinero pagado por Endesa a Cubillos durante décadas ―o el de Cosmos a Toral― pertenece a todo el Bierzo. Es una deuda histórica pendiente.

No puede ser que un ayuntamiento cobre la pasta y el municipio vecino reciba la porquería. Ya sé que los afectados pondrán el grito en el cielo, porque llevan toda la vida viviendo del cuento, de la lotería, y con los ricos dineritos que les riegan las multinacionales ―las mismas que despiden vecinos y trabajadores locales sin piedad― pueden regalar un iPhone 14 a cada niño o niña del municipio, y poner una masajista etíope a cada jubilado y un boy a cada jubilada.

Este modelo fiscal, industrial y ecológico es radicalmente insolidario. La pandemia del COVID-19 nos recuerda que dependemos unos de otros: no basta con que el camarero se proteja si el cliente es un inconsciente, y a la inversa. Las chimeneas tóxicas son como el COVID-19: no tienen límites municipales; la lluvia ácida cae siempre en la huerta o en el soto de castaños del pueblo vecino; y los ríos contaminados al paso arrastran su muerte hasta la desembocadura y más allá.

Mientras la pandemia de las chimeneas y los residuos tóxicos es colectiva, nosotros parcelamos el Bierzo en cachitos ―¡37 municipios!― de los que unos son muy ricos y otros muy pobres; y los pobres (las zonas de Oencia, Ancares, Fornela, Cabrera, Boeza) se tragan la basura de los ricos (Cubillos, Toral, Ponferrada, Carracedelo).

Que dos o tres alcaldes ricachones vivan a cuerpo de rey, mientras el resto del Bierzo agoniza, es insolidario e injusto. La transición ecológica en el Bierzo tiene que empezar por redistribuir equitativamente el beneficio entre los que soportamos la carga. Dicho de otro modo: no habrá transición ecológica sin redistribución fiscal.-Este reequilibrio debe ser interior -que Barjas, Rodanillo o Peranzanes cobren el décimo y el reintegro de Endesa y Cosmos-; y exterior -que los 265 millones de beneficio de Roldán y los 840 de Endesa regresen al Bierzo en proporción a lo que se llevan-. Esto sería transición ecológica y fiscal justa. Lo otro se llama saqueo. Aquí y en el Amazonas.

El actual modelo berciano insolidario reproduce el de las grandes empresas. No hay imperio sin metrópoli: Londres, el Madrid de los Austrias, o Arteixo, capital del vasto imperio de Zara. En El Bierzo se disputan la capitalidad colonial Cubillos y Toral de los Vados, que funcionan a control remoto accionado desde Roma y São Paulo. Va siendo hora de que los otros 35 municipios bercianos planten cara a los insolidarios y exijan un trato equitativo para toda la comarca. Le vamos a llamar transición ecológica, industrial y fiscal justa. La primavera avanza.
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