08/08/2017
 Actualizado a 08/09/2019
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Una señora de mi pueblo, hace ya bastantes años, decía que no quería escuchar la radio porque siempre daba malas noticias. Si hoy viviera moriría de susto: muertes violentas de mujeres y niños, atentados terroristas, guerras, robos, ahogamientos, naufragios de gentes que huyen de la miseria, dictaduras, accidentes de tráfico, separaciones, enfermedades, dictaduras… Y, sobre todo, sufrimiento, mucho sufrimiento.

No es de extrañar que algunos filósofos hayan sido especialmente pesimistas. Así Jean Paul Sartre llegó a decir que «el hombre es una pasión inútil» o Martin Heidegger que «el hombre es un ser para la muerte», dígase otro tanto de Sören Kierkegaard con su angustia, Schopenhauer con su pesimismo, Albert Camus con su indignación ante el sufrimiento de los inocentes o Nietzsche con su nihilismo, y así sucesivamente. La señora de mi pueblo prefería vivir de espaldas a la cruda realidad y otros simplemente se rebelan, se lamentan o se resignan. Lo cierto que es que algo va mal.

En estas tarde de domingo me he dedicado a leer, alternativamente, dos libros que se complementan. Por una parte un estudio sobre Georges Lemaître, el padre de la teoría del Big Ban,y por otra un libro de Teilhard de Chardin, ‘La vida cósmica’. Son dos libros y dos autores muy diferentes, pero complementarios. Por supuesto que para un servidor, que no tiene ni la más remota idea de física cuántica, no resulta fácil esta lectura, pero al mismo tiempo es apasionante. Por una parte me ayuda a tomar conciencia de mi ignorancia, la cual hago extensible a la mayoría de la gente que conozco. Por otra parte uno no puede menos que sentir admiración, a veces una especie de vértigo, ante la simplicidad y grandeza del universo.

Tanto Lemaître como Teilhard son dos sabios que tienen en común, además de su sabiduría y pasión por la ciencia, el hecho de ser sacerdotes y grandes creyentes. Es ridículo pensar que ciencia y fe sean incompatibles. El universo, y la vida, y el hombre no son fruto del absurdo, ni de la casualidad, sino de la razón y del amor. De tal manera que los sufrimientos y desajustes con que nos encontramos en el mundo están clamando por una humanidad diferente, ajustada al proyecto original. Y mira tú por dónde, precisamente hoy, se celebra la fiesta de la Transfiguración. En el monte Tabor Pedro, Santiago y Juan tuvieron una visión luminosa y diferente de la realidad, bastante más completa que la mera visión de tejas abajo. Algún día, no muy lejano, nosotros podremos experimentar algo parecido.
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