Tranquilo, no son de Torra

22/03/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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Cuando el león –¡qué ni te imaginas lo que habrá visto ahí sentado a la puerta de las Cortes!– vio el desfile de pendones al viento que se le posaban encima a buen seguro que se puso en lo peor: «¿La turra de Torra?». Y cuentan que hasta hizo el amago de abrir la boca para asustar, que «lo poco agrada pero lo mucho enfada», que decían los sabios de antes.

Parece que se tranquilizó, además de porque no iba Rufián, al saber que era cosa de tocayos, de León a león, de tela a piedra, de pendón a estatua, de símbolo a símbolo, de pueblo a país... Y ya se dejó, trasmutado a mastín leonés, que le hicieran las perrerías que les diera la gana, que se subieran a su lomo, que le disfrazaran de pendón, pues no en vano detrás de tanta bandera sólo iba el orgullo de un pueblo que parió el texto más antiguo que se escribió sobre la igualdad de las gentes, un ensayo de lo que el tiempo trata de convertir en realidad.

Y retumbaron aquellos textos que llaman Decreta en las nobles paredes que custodia el león. Y los de León, gentes de esta tierra, leyeron textos que recuerdan a quienes hoy viven en esta casa de todos habitada por unos pocos que primero hay que obedecer al pueblo y después al sueldo, que primero cumplir los mandatos del Concejo y después velar si cabe por los particulares de los tuyos, que si los intereses de la tierra que hasta allí te llevó chocan con los de la mano de quien te señaló con su dedo para que fueras tú el elegido has de defender las manos de todos y no los dedos de uno, que eres heredero de una tradición y una historia que te debería pedir cuentas si la ensucias...

Aunque el león ya avisó a la entrada de que allí adentro tampoco es oro todo lo que reluce.
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