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Traicionados y engañados

03/03/2015
 Actualizado a 11/09/2019
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Somos muchos los españoles que nos sentimos traicionados y engañados por Mariano Rajoy, al menos en un tema tan importante como es el derecho a la vida. Realmente estamos indignados. Cuando la ministra de Zapatero Bibiana Aído hizo su nueva ley del aborto, mucho más permisiva que la anterior, que ya era una coladera que permitía más de cien mil abortos anuales, el Partido Popular prometió corregir esa monstruosidad. Y empezó muy bien, tal como pudimos comprobar con el anteproyecto de Ley de Ruiz Gallardón. Pero de pronto Rajoy frustró todas nuestras esperanzas al retirarlo y defenestrar al ministro. Todo por miedo a perder votos, aunque sea a costa de eliminar vidas humanas inocentes.

Pero, además, quieren hacernos pasar por tontos, dándonos unas razones que no convencen a nadie: tienen el cinismo de decir que siguen defendiendo la vida, cuando los hechos demuestran lo contrario. Se escudan en que es necesario buscar el consenso, cuando en otras materias no ha habido consenso ninguno. A parte de que es inmoral buscar el consenso para matar. Y tratan de confundir al personal cambiando solamente un pequeño punto de la ley: que una menor no pueda matar a su hijo sin el permiso de los padres. Es vergonzoso y asqueroso ver cómo se defienden los del PP cuándo les preguntan sobre el tema, con una cobardía y con un silencio cómplice que claman al cielo.

Hace algunas semanas se celebró en Madrid una gran manifestación a favor de la vida. Ni puñetero caso. Hay convocada otra manifestación para el sábado día 14 de marzo. Irá, o iremos, si Dios quiere, muchas personas, pero otras muchas, que se las dan de católicas o de defensoras de los derechos humanos, permanecerán indiferentes ante este genocidio. No tenemos derecho a criticar a nuestros gobernantes, cuando nosotros no ponemos nada de nuestra parte, cuando somos incapaces de manifestar nuestra indignación y nuestra crítica ante tan grandes atropellos. Cada día que pasa en España trescientos niños no podrán ver la luz. Si no hacemos nada por evitarlo y tenemos conciencia, debería recaer sobre nosotros el peso de nuestra complicidad.
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