Trabas para los esquiadores

Los aficionados al deporte blanco tienen que desplazarse hasta San Isidro y Leitariegos sin saber si se quedarán sin esquiar por haberse llegado al aforo máximo permitido por el Covid, algo que se podría solucionar facilitando la compra de forfaits ‘on line’

Muchos aficionados se desplazan cada fin de semana y se encuentran con la desagradable sorpresa de que ya se ha alcanzado el aforo máximo permitido
25/01/2021
 Actualizado a 25/01/2021
La Diputación Provincial de León ha dejado de enviar los balances con el número de esquiadores que cada fin de semana acuden a las estaciones invernales leonesas. El motivo es no contribuir al efecto llamada, puesto que las estaciones de esquí también se tienen que adaptar a los protocolos covid y, por tanto, limitar su aforo. Parece lógico, probablemente demasiado, pensar en que lo normal sería lo contrario: emitir esos balances anunciado que se ha llegado al tope. Pero eso, en cambio, evidenciaría el problema de fondo: los forfaits no se puede comprar ni siquiera reservar por internet, con lo cual muchos aficionados se desplazan cada fin de semana a San Isidro o Leitariegos y se encuentran con la desagradable sorpresa de que ya se ha alcanzado el aforo máximo permitido, y se tienen que dar la vuelta sin poder esquiar. Resulta cuando menos llamativo que la institución que se ha comprometido a llevar internet a todos nuestros pueblos no sea capaz de habilitar un sistema de venta o reserva de forfaits ‘on line’ (’no-line’, ya bromean en las redes) y el resultado final es que el hueco informativo que desde hace años ocupaba cada lunes el balance de esquiadores lo ocupa hoy la protesta del valle del Curueño por otra situación que resulta tan repetida como incomprensible: el retraso en la apertura de accesos por Riopinos cada vez que cae una nevada. Se han hecho muchas cosas bien esta temporada en San Isidro, que fue la primera estación en abrir de toda España, pero a sus problemas que se podrían considerar históricos parece que se van sumando otros muchos, mientras el fantasma de la privatización asoma siempre cuando llega otro balance: el económico.

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