Torre de Babel

04/04/2019
 Actualizado a 07/09/2019
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Acerca de los orígenes y el lenguaje oral, la Torre de Babel es la mayor referencia a la que podemos acudir para al menos apaciguar nuestros deseos de conocimiento, aunque esta se construya a través de las mitologías que no creen en el hombre como inventor de la lengua y sí un ser divino, un poder superior. Fíjense ustedes cuando viajen por España, nuestras comunidades han sabido guardar, mantener y divulgar su lengua, el catalán, el euskera, el gallego, hasta nuestros vecinos de Asturias han sabido pasar de generación en generación el asturleonés y el bable asturiano y el ¿leonés?. Si existe algo que dote de carácter y personalidad a una región y sus gentes, sin duda alguna es su lengua y la utilización de la misma, a fin de cuentas la cultura de todo un pueblo. Yo nunca oí a ningún familiar hablar leonés y tengo que decirles que la ignorancia me duró hasta la adolescencia, sobre todo por falta de transmisión en el entorno familiar y cercanos. Pero si de verdad tuviéramos que buscar un culpable de todo esto, por señalar con el dedo a alguien, este iría directamente a nuestras grandes instituciones y eso que somos la cuna del parlamentarismo y otras tantas cosas más. Si es que hasta en Valladolid guardan con recelo el castellano antiguo y nosotros que tenemos lengua propia, pues nada, a dejarla perder. Del por favor ‘si us plau’ en catalán, a lo que ‘mesedez’ en euskera, pueden coexistir perfectamente con el español, eso si, de paso no dejamos que nuestras raíces se vayan perdiendo por el camino. Mucho carro engalanado en las puertas de la Pulcra Leonina, mucha morcilla y ‘Santiagadas’ en el camino. Mucha historia, el corredor leonés, los pendones y las justas de Hospital de Órbigo. El Palacio de Gaudí y el cocido maragato. Los Imperiales, eso si, de Alonso en La Bañeza y los merles de Astorga a los Nicanores de Boñar. Las truchas, las ancas de rana y nuestro preciado manjar, la cecina, ¡cómo no!, de León. ¿De nuestra lengua? ¿nuestra identidad?, ya poco o nada se sabe, salvo algún reducto académico que intenta a toda costa que no se extinga, supongo que subvenciones no recibirán o al menos así lo parece. ¡Cuánto insensato! Para qué se preguntarán muchos, la despoblación es inminente, ni mina, ni reino, ni lengua, ni ‘ná’. De la única lengua, la leonesa, la de verdad, mejor estofada con cebolla, o aún mejor si cabe, curada, de esta si queremos, cuanta más mejor. Cabreirés, senabrés y palluezu, nuestras hablas romances vernáculas, si nuestro gran ‘!llionés!’
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