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Toponimias bonitas

28/08/2022
 Actualizado a 28/08/2022
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Busco entre mis recuerdos cuando la pena cae sobre mí, como Luz Casal, y me veo en un lugar no muy lejano del que estoy ahora –de hecho, en la misma manzana–, en un periódico que ya no existe pero cuya cabecera remite irremediablemente a la de éste. Entonces, hace 25 años más o menos, cuando internet funcionaba echando carbón a una máquina de vapor, no había forma de contrastar las informaciones como ahora. Y me encontré con un reportaje que hablaba de un concurso de lugares con nombres feos, organizado en la muy sonora localidad de Guarromán, en Jaén. Allí mismo está la Asociación Internacional de Pueblos con Nombres Feos, Raros y Peculiares, que al parecer es un señor. Pero me parece hermoso que, en un país donde la gente te apuñala en el bazo si te ríes de su pueblo, se enfatice algo como la malsonancia del topónimo.

En León tenemos una geografía melódicamente bella. Al forastero le hace gracia lo de Cacabelos, pero yo prefiero otro paraje berciano no muy lejos del anterior: Calamocos. Está también Moscas del Páramo –y su adjunto Zotes del Páramo–, más muchos otros que seguro salen cuando se escarba al nivel de pedanías y aún más abajo. Todos con etimologías interesantísimas.

Ser de uno de esos sitios me llenaría de orgullo y aprovecharía la mínima para soltarlo. «Hola, me llamo Darío y soy de Calamocos». Igual que si mis orígenes estuviesen en Gustomeao (Orense), Villapene (Lugo), Ramera de Abajo (Asturias) o Javalí Viejo (Murcia). Pero, como ya hemos dicho, estas cosas de la tierrina son siempre delicadas. Ahí está el caso de Asquerosa, en Granada, pueblo en el que vivió Federico García Lorca –se inspiró en él para ubicar ‘La casa de Bernarda Alba’– y cuyos habitantes se cansaron un día del gentilicio de asquerosos. A principios del siglo XX iniciaron los trámites para mudar la toponimia y, tras barajarse nombres de la familia real, en 1943 se optó por una opción a mi parecer mucho más vulgar: Valderrubio. Era una referencia a la producción agrícola de la zona, que había pasado de la remolacha al tabaco, en efecto, rubio. Luego la producción tabaquera se trasladó, pero el nombre se quedó, como un oprobio. Para eso, que hubiesen puesto Ducados o Eleemelait, pero las cosas democráticas todavía no funcionaban en la Piel de Toro.

Leí que en Guatemala hay un Río Maricón que busco afanosamente en los servicios de cartografía ‘online’. Si alguna vez voy al país centroamericano tengan por seguro que exploraré la zona en busca de sus fuentes. Dicen que en el mismo departamento está una villa que se denomina La gente del otro lado del Cementerio. Ojalá fuera verdad.
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