Tono, el emigrante que hacía cola y acertó

Santos González ‘Tono’ fue uno de tantos leoneses que en los años 60 cogió la maleta y se fue a Alemania. Trabajó duro, hizo dinero y pensó en hacer lo que siempre había añorado, poner una zapatería... pero había más cola en la pollería

Fulgencio Fernández
25/03/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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El chaval Marcos González Cabero, joven y prometedor ciclista leonés, sabe que tendrá que pedalear más fuerte para seguir ganando carreras pues ya no empuja el entusiasmo de su abuelo, Tono, gran aficionado el ciclismo y abuelo orgulloso pues no en vano su pasión le llevó en tiempos a patrocinar un equipo con su ‘modesto’ (o no tanto) negocio: Pollería y charcutería Sila.

Tono, en realidad Santos González Ordás, fallecido el viernes, era un paisano de esos que dicen «hechos a sí mismo» y que para él era más fácil la definición, «trabajador y sensato». Le gustaba el ciclismo y no le iba mal, pues ayudaba a los chavales. Les gustaba el fútbol, pues era socio de la Cultural, a la que aún pudo ver ascender.

Y sensato. Y decidido. Tanto que sumando las dos cosas pensó que en su Villadangos del Páramo natal no estaban las cosas como para tirar cohetes y, como tantos otros, hizo la maleta y marchó para Alemania. Bien es cierto que jamás borró el sueño de volver. Cada vez que venía de vacaciones lo pensaba ¿Cuánto dinero hará falta? ¿qué negocio poner? Y regresaba a Alemania a hacer lo que sabía y a lo que había ido, a trabajar. Quince años estuvo y ya vio unos ahorros, ya era el momento de pensar en el regreso.

Siendo un González y de Villadangos del Páramo... Santos González parecía predestinado a poner una zapatería y esa era la idea que más le rondaba por la cabeza pero nunca le faltó el sentido común: «Lo que ocurrió es que en unas vacaciones ya andaba con la cosa de volver y estando en el pueblo, pensando en la tradición familiar de la zapatería, me di cuenta que donde siempre había cola era en la pollería, nunca estaba vacía».

Y decidió probar. Compró un céntrico local en León, habló con su mujer Fuencisla, Sila, y para asegurarse del éxito él regresó aún dos años a Alemania pero pronto se dio cuenta de que aquello marchaba, que Sila valía como ninguna, que tenía mano y don de gentes... Y nació y creció Pollería y Charcutería Sila, y de 20 metros cuadrados pasaron a 600, y de trabajar sólo su mujer a un buen número de empleados. Y su hijo, que también vale para el negocio.

Pero Tono nunca dejó de ser Tono. Si iba de vacaciones iba a ver negocios como el suyo, si estaba en el pueblo pues les organizaba un torneo. Y para el nieto, la mejor bicicleta, que ahora tiene que pedalear él solo. Abuelo no está.
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