16/02/2020
 Actualizado a 16/02/2020
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La provincia de León es extensa y variada. Un reino de bosques y montañas, de llanuras y praderas, de ríos formidables. Esa grandeza y diversidad es uno de nuestros privilegios. El viajero que llega a Sahagún, a esa belleza trigal y románico-mudéjar, no puede imaginar que en la misma provincia está uno de los valles más bravos de Iberia: Valdeón, joya de los Picos de Europa. El viajero que llega a León, que es Roma, España y el origen de Portugal, verá una ciudad acogedora, pulcra y espléndida. Una ciudad, eso también, en crisis. Como la provincia toda. El viajero que recorra los altos valles que fueron mineros, y muy especialmente el otrora dinámico y pujante, aunque muy contaminado Bierzo, constatará una evidente decadencia económica.

León ha perdido casi cien mil habitantes en los años de la autonomía. La quinta parte de su población. El invento, está claro, no nos ha beneficiado. Aunque las causas sean complejas. Pero es evidente que esto no puede seguir así, salvo que asumamos el paulatino crepúsculo de esta tierra, y eso nadie lo acepta. Y ahora menos que nunca. Las movilizaciones de los últimos años, la crisis que no cesa, y la reivindicación de un espacio propio autonómico, han generado una expectativa. Una ilusión, aunque lo más importante no sea la estructura administrativa sino la riqueza y la esperanza que se pueda generar. Ojalá la experiencia autonómica nos hubiera dado más industrias, más presencia, más realidades, más desarrollo.

No debemos obsesionarnos con las cuestiones territoriales. Sino en luchar para lograr hechos. Parece que el gobierno de la nación está por la labor. Incluso la junta de Castilla y León. Da la impresión de que han reaccionado un poco ante el rugido, todavía leve, del viejo León de España. Algo es algo, pero hay que materializarlo en mejoras tangibles. La autopista de Braganza, por ejemplo, o la urgente y profunda renovación ferroviaria del tramo León-Monforte de Lemos.

Pero sin olvidar que los principales actores de esta lucha legítima; de este amor filial; de esta esperanza que necesitamos recuperar después de décadas de resignación y desidia, somos los leoneses. Nosotros somos los protagonistas. Cada uno en su campo, todos unidos. Realmente unidos, algo que no ha sucedido casi nunca. Bierzo, Laciana, montañas, la Cabrera, León, llanuras, Astorga, La Bañeza, Cistierna, Coyanza… ahora sí, ahora tenemos que estar unidos. Porque todos somos leoneses y queremos el progreso para nuestro hermoso país. Nada más justo.
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