Todos somos cuñados

Óscar Ronda Prieto
02/04/2020
 Actualizado a 02/04/2020
Ahora que todos somos expertos en pandemias, en cómo repartir los recursos económicos del Estado y en saber a ciencia cierta cómo afrontar una crisis mundial, surgen confabulaciones, historias y presunciones sobre cómo se inició todo.

Si unos estadounidenses lo llevaron a China... si fue una temeraria y aparentemente asquerosa, pero a su vez deliciosa (dirán otros) sopa de murciélago... o que el bicho lo trajo el simpático pangolín entre sus escamas... ¿o acaso vivimos la venganza de la oriental a la que el Papa de Roma golpeó en las manos?

Somos expertos y punto. Cuando Fernando Alonso comenzó a ganar en la Fórmula 1, todos sabíamos cómo habrían de tomarse las curvas a más de 300 km/h, qué neumáticos elegir si chispeaba lluvia, o cuánto tiempo se podía gastar en el ‘pit-stop’ para poder adelantar a los rivales. Cuando Televisión Española elige la canción y cantante que ha de representarnos en Eurovisión todos sabemos de letras, ritmos y bailes para deslumbrar en escena. Cuando dicen la alineación de tu equipo. Cuando resuelven una sentencia. Cuando miras al cielo y sabes si mañana llueve o es día de playa. Cuando...

Debemos entender que lo que vivimos hoy en día es algo nuevo, diferente a cualquier momento vivido antes, al menos, el motivo que nos lleva a estas medidas. Habla el Presidente, los Ministros, expertos en estos temas. Los militares están preparados para guerras nucleares, con armas y con otro tipo de logística. No para esta guerra.

El recorte progresivo en los presupuestos de Sanidad, Ciencia e Investigación durante los últimos años provocan que en situaciones de emergencia como ésta no tengamos recursos para frenar expansiones víricas desde un primer momento, o ahora, para contenerlo. Nos obligan a quedarnos en casa y ni por esas atendemos. Nos multan, nos bombardean con ‘hastags’ y avisos. Y aun así seguimos saliendo, compartiendo transportes, agolpándonos en supermercados, buscando la trampa para salir y desobedecer. ¿Nos gusta el riego? No, definitivamente somos tontos. Pérez Reverte escribió hace unos días que confinarnos en nuestras casas por unos días no tenía comparación con esconderte bajo tierra durante 4 años en Bosnia, porque si salías, te mataban. O lo que vemos en películas, o nos han contado nuestros abuelos, aquellos que durante la guerra vivieron escondidos en sus casas porque si eran descubiertos serían asesinados sin miramientos.

El Covid-19, este coronavirus que se ha expandido por todo el mundo, nos mete en casa dando tregua al medio ambiente. El cambio climático se recuperará unas milésimas. El repunte será verde. Y el mundo lo agradecerá. Frenar el ritmo, a la larga será beneficioso para todos y así lo valoraremos.

Tiempo de mirar para nosotros mismos. Para valorar lo que hacemos. Poner en valor a nuestra gente. Echar de menos, disfrutar de tiempo con los nuestros. Algo simple que hace apenas un mes no valorábamos o no teníamos ni tiempo de pensarlo.

Y mientras la gente siga desobedeciendo, este sueño seguirá siendo una pesadilla y cuando despertemos... el dinosaurio todavía estará ahí.
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