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Todos los caminos conducen a la Plaza Mayor

26/04/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Tengo unos amigos americanos (del norte) que, en la primera visita que hicieron a este nuestro país, que muchos años dure, lo primero que nos pidieron, después de reclamar sus maletas, perdidas desde Oregón, era ver un castillo y una Plaza Mayor.

De camino hacia aquí paramos en Arévalo para ver su castillo (y comer unas sopas de ajo, un cochinillo y un tocinillo, que hambre tenían, después de tanto viaje). No pudimos ver el castillo, que resulta que es privado, así que nos pasamos por Medina del Campo y así cumplimos su primer deseo.

El segundo lo fue, evidentemente, ya en León: visita a la Plaza Mayor, morcilla incluida.

Que unos americanos quisieran ver castillos era lógico, pues películas han hecho muchas y castillos no tienen ninguno, pero lo de una Plaza Mayor, no dejaba de ser sorprendente.

Pero comprensible, porque la Plaza Mayor, al fin y al cabo, es algo netamente español y ellos tampoco tienen ninguna.

Netamente español, y muy de antiguo, pues son los Reyes Católicos los primeros en ordenar ese tipo de plaza, y porque es una impronta no solamente de las ciudades y pueblos de España, sino también de aquellos países en los que dejamos nuestro sello.

Plazas haberlas, ‘haylas’, que diría un castizo, por todo el mundo, porque siempre suponen un elemento especial en la articulación del uso de las ciudades, tanto por ser un punto de encuentro de los ciudadanos, sino también de ordenamiento de la trama urbana.

Pero una Plaza Mayor es más, porque si bien empezaron siendo la simple ubicación de los mercados, terminaron convirtiéndose, entre los siglos XV y XVII, en el epicentro de las villas. Allí es donde se instalan los ayuntamientos, iglesias, guarniciones y un variado surtido de edificios públicos, son recinto para fiestas, corridas de toros o juicios públicos, además del lugar ideal para manifestaciones, motines y cualquier evento que pudiera darse.

De hecho, muchas de las que por esos mundos de Dios dejamos los españoles, eran la ‘plaza de armas’, la ‘plaza real’ o, en el devenir de los tiempos, la ‘plaza de la independencia’.

Arquitectónicamente, en sus variantes, conlleva elementos muy particulares. En general, el más repetido, es el soportal perimetral, que además de servir como camino comercial y de circulación dirigida, es una protección del sol en verano y un refugio del frío del invierno, atemperado entonces por ese sol más tendido que penetra fácilmente en los meses fríos.

En general las calles que acceden al recinto central cortan la línea de fachada, pero en algunos casos (Salamanca, Madrid), ese espacio central se cierra con una edificación continua, haciéndose el encuentro de las calles con la plaza mediante arcos, lo que mejora y da más calidad de uso.

Ha sido siempre un elemento vertebrador de los núcleos urbanos españoles (e iberoamericanos), y una aportación única a la historia del urbanismo mundial, que en la península nace como un elemento más del núcleo urbano, del que luego evoluciona a centro neurálgico, mientras que en las ciudades americanas fundadas por los españoles se convierte en el origen de las mismas: primero se construye la plaza mayor como centro administrativo, político y militar, para luego ir creciendo y desarrollando el núcleo urbano mediante el trazado de calles y manzanas de forma reticular. En definitiva, esas ciudades del otro lado del charco, bien puede decirse que son una Plaza Mayor con casas alrededor.

Al día de hoy bien se puede decir que ya no son lo que eran y su importancia ya no es la que era, pero siguen siendo lugares de mercado, actividades y eventos, conservan, revalorizado, su contenido urbanístico y arquitectónico, incluso conservan restos de su antigua preeminencia, ocultos pero activos, como por ejemplo algo tan sencillo, pero trascendente, como la numeración de las calles, que empieza a partir de la plaza mayor.

Sitúese, amigo lector, en cualquier calle. El número ‘uno’ está siempre en la izquierda de ella, y en la parte más cercana a la Plaza Mayor, y si usted, un día se encuentra en una ciudad (española) y quiere ir al centro y no puede, o no quiere preguntar, coja la calle, vaya por la misma del número mayor al menor hasta la siguiente, y repita allí la misma operación, siempre de mayor a menor. Al final de su andadura llegará a la Plaza Mayor, no lo dude.

O sea, que todos los caminos conducen a la Plaza Mayor (o casi, porque en Madrid irá la Puerta del Sol, que, en todo caso, cerquita está de la Plaza Mayor).
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