Todo tiene sus tripas

29/03/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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A cualquiera que vea la carnicería de sangre y mondongo que se forma en el sanmartino –y no sea un lugareño acostumbrado– le costaría mucho trabajo hincarle después el diente a una corra de chorizo. Y, sin embargo, lo hace y generalmente con entusiasmo.

Cualquiera que vea cómo se desmorona el castillo de cartón piedra que parecía de roca firme en una película de éxito le costaría volver a verla con los mismos ojos.

A cualquiera que hurgue debajo de los vistosos trajes comprados en los chinos para los carnavales, bailes de disfraces, despedidas de soltero o soltera y fiestas similares le entrarían ganas de perder la fe en estas fiestas...

No hace falta seguir.

Pero Mauri sigue. Hurga más allá y, por irreverentes que puedan parecer las comparaciones (que lo son), encontrarás que la crisis de borriquillos también puede llevar a la imagen más venerada a recorrer la ciudad asomada a la caja de una furgoneta que unas horas antes transportaba cemento, ladrillos, patatas o vaya usted a saber qué.

Y vaya a saber qué pensará quien pare detrás del camioneto en el semáforo y ve cómo la Virgen y el Niño le miran con evidente pena.

Seamos justos. Si no le hemos perdido la fe al embutido...
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