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Todo puede ser utilizado en tu contra

23/05/2021
 Actualizado a 23/05/2021
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En ‘Fahrenheit 451’ Ray Bradbury pensó un futuro que hoy se ha hecho presente: dominio de la telerrealidad, arrinconamiento de la literatura y un aspecto que cada vez notamos más presente: todas las facilidades del mundo para la delación anónima. En la novela (y también en la adaptación cinematográfica de François Truffaut), cualquier ciudadano podía acusar a cualquier ciudadano de infringir las normas, de una forma fácil y cómoda. Luego, la maquinaria del poder ya se encargaría de perseguir, de ejecutar, de aplastar.

Es el sueño de cualquier gobierno: librarse de la molesta carga de perseguir a sus súbditos. Ya se encargan ellos mismos de vigilarse y señalarse, sin que la autoridad tenga que mancharse las manos. Cualquier cosa que hayas dicho o hecho en el pasado, cualquier rastro que hayas dejado en redes sociales, puede ser rastreado y utilizado en tu contra. Hubo una época en que, cándidos y confiados, no nos cortábamos un pelo y nos ‘despelotábamos’ ideológica y moralmente en internet. Podríamos cambiar el foco y culpar a quienes se han expuesto de manera tan radical. Pero ésa es otra discusión. Y de ninguna forma se puede equiparar a quien se burla de determinado líder político con quien hace un pantallazo de eso y lo difunde con el objetivo de humillar y destruir al emisor del choteo.

La aparición de las ‘stories’, los ‘snapchat’ o los ‘reels’ tiene que ver con la necesidad de crear contenidos efímeros que desapareciesen al cabo del tiempo. Pero ni siquiera ese derecho a la fugacidad se respeta. De hecho, ya no se respetan esas normas no escritas que decían que si jugabas a Twitter te arriesgabas a una ‘cornada’ pública, que en Facebook había más confianza y se respetaba más, y que Whatsapp era privado 100% y aquello no se tocaba. Pero no: todo el contenido digital que se genera se analiza con lupa para exponer intimidades, de una forma obscena. Es el caso de las preferencias sexuales. Durante casi un siglo los actores de Hollywood tuvieron que ocultar su homosexualidad porque corrían el riesgo de perder su trabajo y de ser apartados totalmente del sistema. Justo cuando la moral avanza lo suficiente como para que estas cuestiones no importen, la moderna ‘acusación popular’ esgrime estos aspectos y otros aún más privados con un objetivo claro, el de lanzar este mensaje: «Esta persona hizo o dijo aquello. Por tanto, no está autorizada a decir o hacer esto otro».

Ni siquiera importa la verdad de todo ello. Pero, bueno, esto es algo que ya sabemos. Nuevo capítulo en el diagnóstico de este mundo feo.
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