09/10/2020
 Actualizado a 09/10/2020
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Más de una vez me he referido en esta página a la situación que León y su provincia tenía, o, visto el paso el tiempo, más bien disfrutaba, en los años 60 y principios de los 70.

Con más o menos medio millón de habitantes, y una mezcla bastante jugosa de economía productiva y economía de servicios, la actividad provincial era rica y superior al resto de las provincias que hoy forman esta comunidad.

El tejido industrial, que ya venía de antes, superaba al del ‘enemigo’, mejor ‘contrincario’, que siempre fue Valladolid, que por entonces tenía algo más de trescientos cincuenta mil habitantes y era una provincia más bien agrícola a pesar de esa FASA, hoy Renault, que según la leyenda venía destinada a León (cosa lógica si se analizaba la implantación industrial de una y otra provincia), y que, siempre según aquella leyenda, fue rechazada por las entonces fuerzas vivas: el alcalde, el gobernador, el presidente de la Diputación y, cómo no, el obispo, porque, según ellos, eso iba a traer humos y problemas sociales. O eso la leyenda dice.

Era una provincia alegre, con fuerza y en la que se notaba la actividad. Las tiendas eran las mejores de las provincias limítrofes y se notaban ganas de mejorar y avanzar.

Luego todo eso empezó a venirse abajo… y hasta hoy.

¿Por qué? Algunas cosas tienen explicación y otras no tanto, y, sobre todo, queda bastante clara la falta de capacidad para ir sustituyendo lo que desaparecía por nuevas actividades.

Que telefónica, y toda su estructura que aquí había, desapareciera como consecuencia del actual avance tecnológico, puede ser lógico, pero no lo es tanto que León, que geográficamente sigue siendo un punto clave para las comunicaciones por ferrocarril, se quede marginado en las nuevas estructuras.

La minería, un enorme foco de riqueza se murió. Probablemente era una muerte anunciada, pero no tiene mucha explicación que, sabiéndolo porque en toda Europa ya desde principios de los 90 se estaban cerrando explotaciones, estemos hoy pidiendo árnica, y más después de un Plan Miner plagado de millones para aplicarlos, ya en 1996, al cierre y sustitución de la minería, habiendo ésta recibido, según cifras de hace dos años, algo así como 24.000 millones de euros en ayudas para León y Palencia. Porque todos esos millones son muchos millones. ¿Y bien?

Antibióticos vendía tecnología propia en todo el mundo. Adiós Antibióticos.

Y más y más.

Pero lo cierto es que todo aquello existía en la provincia de motu propio, se había creado por esfuerzo empresarial y de la administración: Antibióticos, Abelló, Telefónica, La Sociedad Española del Fomento del Lúpulo, Laboratorios Ovejero, Laboratorios Syva, toda la minería y su industria auxiliar, y tantos y tantos que hicieron de la provincia un núcleo de riqueza y prosperidad.

Hoy, ahora, ya en plena debacle, con una provincia en recesión dentro de la recesión general, envejecida y, parece ser, desmotivada, nace la Mesa por León, los movimientos sobre la España vacía y todo lo que se quiera, lo que me parece magnífico, pero cabe preguntarse ¿Cómo es posible que todo aquel empuje que montó ese tejido industrial y productivo se haya evaporado en la nube de lo que ahora parece ser la panacea: la subvención, la ayuda o la desgravación?

Cualquier cosa que se acometa pasa por entrar en el Boletín Oficial a ver qué hay de lo mío. El campo espera la subvención de Europa porque, si no, se acaba. La ganadería solamente se puede modernizar con aportaciones públicas. Se va a hacer una reforma energética o de cualquier tipo en un edificio y lo primero que se mira es si hay algún decreto de la Junta que otorgue fondos. Y así sucesivamente.

Valladolid tiene hoy muy cerca de seiscientos mil habitantes según el censo consultado, más o menos los que tenía entonces León, que ahora anda por algo más de cuatrocientos cincuenta mil. Y bajando.

¿Dónde ha quedado todo aquel empuje, aquella ambición?

Y encima la pandemia vuelve a campar por sus respetos para complicarnos más la vida.
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