Todo cuadra, si lo piensas

21/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Es una cocina de un pueblo de la montaña, más concretamente la cocina de un alcalde. Y por mucho que te hayan venido a la cabeza ideas contradictorias sobre la imagen te recomendaría que las deseches, que no pienses con tú lógica urbanita sobre los mundos que viven debajo de cada uno de los elementos que Mauri te acerca hoy.

La puerta del tiro, el recuadro negro, te avisa de que la vieja cocina alimentada de haya y roble sigue siendo no solo la que proporciona un calor diferente, un calor que huele a leña y aroma viejo, y un calor que le permite al cocido o las lentejas ir haciéndose minuto a minuto, moviendo la cazuela por la chapa hacia el corazón rojo y enfurecido de brasa o al atemperado de los laterales, allí donde el agua se va calentando en el tanque.

El San Antonio que iba en su hornacina de casa en casa y nos recordaba que las necesidades tienen solución en lo comunal, poniendo una moneda en la ranura cada día en una casa diferente, se ha quedado a vivir aquí, que es la única casa del pueblo que permanece abierta cuando el invierno aulla. En verano, no falta quien lo pide y se lo lleva para recordar que hubo otra forma de vida.

¿Y la tele? ¿Alguien la puede cuestionar sabiendo que es la única compañía en el largo invierno? ¿Se puede estar en este mundo de hoy sin saber cómo quedó Nadal? Y además, si los papeles que buscas no «están debajo de la tele» ¿tienes alguna posibilidad de encontrarlos cuando los necesitas?
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