12/10/2021
 Actualizado a 12/10/2021
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Tal vez haya que entender que lo único que nos quedaba era cerrar los ojos y soplar el puño antes de tirar los dados tras jugárnoslo todo a una visita. El Bierzo supura, casi se arrodilla ante cualquiera que pueda hablar en clave de futuro y empleo…y lo que consigue suelen ser más pústulas en las piernas, como tatuaje de su genuflexión de caridad. El presidente del Gobierno viajaba a Ponferrada y decidíamos la apuesta, con los dedos cruzados. Sobre el tapete, banderitas coloradas con siglas que airean una sintonía política y un lema comprometido de avance. Bajo el tapete, las familias de los trabajadores de JupiterBach y de las auxiliares de Compostilla afeando que se permita el cierre de empresas que se frotan la iniciativa privada entre las manos, sabiendo que no tienen que participar en el juego. Siempre ganan. Ese es el pitido incómodo que es mejor no dejar entrar a la sala de apuestas y por eso se les confina entre vallas, justo donde el grito de ‘Presidente’ se deja de escuchar y desde donde el de ‘Queremos un futuro’ no se oye. Y el presidente aplaude a los que le aplauden, en gesto de sintonía y agradecimiento. Ofrece sus manos abiertas, después de que sus escoltas hayan «limpiado» la zona de inconvenientes. Y se ducha en multitudes rojas bercianas a las que el discurso parece no importarles, porque ya han marcado el rojo. Tenían un pálpito esos que dejaron los planes domingueros para hacer cola a las puertas del pabellón recoleto desde el que arrancar un selfie para poner de fondo de pantalla con el líder socialista. Puede que eso fuera lo que se llevaron de un encuentro medido con cinta de modista y comedido en el discurso. Puedo no prometer y no prometo, resonaba. Y el Bierzo perdía el aire que había cogido pensando en que de esta sí que iba. Nada, solo la metáfora de la «jaula» para los que piden a la puerta de los que venden que van a dar. Solo política televisiva y dudas sin resolver.
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