Toda una urbanidad sedienta y plural

El Club Cultural de Amigos de la Naturaleza, el popular CCAN, está celebrando los 50 años de una singular historia muy ligada a la que fue su sede en Puerta Castillo, la buhardilla

Fulgencio Fernández
09/10/2022
 Actualizado a 09/10/2022
El Albéitar acogió ayer otra de las actividades programadas por el CCAN para conmemorar los 50 años de la creación de aquel singular Club. | SAÚL ARÉN
El Albéitar acogió ayer otra de las actividades programadas por el CCAN para conmemorar los 50 años de la creación de aquel singular Club. | SAÚL ARÉN
«Viejos revolucionarios, madres solteras y casadas, ecologistas sin homologar, adolescentes sin propina , cómicos, poetas, pintores, músicos de escuela y de la calle, camareros clientes,viajeros tartarines, montañeros, salseros,insumisos frente a las ordenanzas militares y frente a los dictados del sexo ortodoxo , feministas, trabajadores de bata blanca y de mono azul, funcionarios, periodistas, políticos desenganchados, rockeros y otras tribus, entretenidos, ilusionistas, jugadores de cartas, levantadores de vidrio,calós, legionarios en paro, amas de casa y empleadasde hogar, aprendices de todo y maestros de nada. Toda una urbanidad sedienta y plural».

«Aquel palomar habitado por una muchedumbre tan de su gusto: desencantados, fumadores de hierba, ácratas venidos a menos, bohemios de provincias, sandinistas, agitadores sin nada entre las manos, intelectuales, ¡fauna que se ha llevado a Jane. Lugares en los que será feliz!».

Las dos descripciones anteriores son las realizadas por el eterno imprescindible cecanero Alfredo Vidal e Ignacio Fernández Herrero, que se vale de la carta de un alemán que vino a buscar a Jane pero había quedado atrapada en ‘el club’. En ellas más que los colectivos, que también, late la filosofía de ese Club Cultural deAmigos de la Naturaleza que ahora cumple 50 años y lo está celebrando con diversas actividades, como el asaltoal fuerte romano de Puerta Castillo por los cecaneros de la aldea gala o las exposiciones, vídeos y charlas que ayer mismo se celebraron en el Albéitar dentro del extenso programa del 50 aniversario.

Yo era entonces un poeta silencioso que cada año acudía a la Asamblea General del Club como delegado gubernativo en calidad de miembro del Cuerpo Superior de PolicíaMás escueto, como buen poeta, era Antonio Gamoneda en la definición del CCAN: «Se da entonces la circunstancia leonesa de que el CCAN estaba, naturalmente, tomado por un magnífico rojerío joven». Y Manolo Jular, otro de los históricos, recuerda que sí había mucha gente del PCE «pero no solo, éramos gentes de todos los pelajes».Y en esos pelajes recuerda, para la historia, algunos actos allí celebrados que no quiere pasar por alto: «Las reuniones de CCOO durante la famosa huelga de la construcción, las de las mujeres (Flora Tristán), la Asociación de Vecinos del Crucero antes de que tuviera local y las másrecordadas protestas contra la Central nuclear de Valencia de Don Juan».

Los testimonios —algunos de ya fallecidos, como Jular— los recogieron en el 20 aniversario del CCAN (1992) Aurora Ceruelo y Eloísa Otero en una revista para esta celebración, algunos realmente impagables hoy por no estar protagonistas fundamentales de aquella historia del nacimiento del Club, hace 50 años, como el primer presidente, Luis Sáenz de la Calzada, o Jaime Federico Rollán Ortiz, poeta y policía, que se acercó al Club con la inquietud cultural del poeta, le ganó Sáenz de la Calzada para la causa con su cercanía y amabilidad y era, a su vez, el delegado gubernativo en las reuniones del CCAN en su calidad de policía: «El chivato que no se chivaba, el de la social que se hizo socio, el de la Brigada Político Social en paro como tal», en expresión de Manolo Jular.

El propio espía lo contaba en el artículo titulado ‘Mis recuerdos’: «Yo era entonces un poeta silencioso en esta ciudad, a la que acababa de llegar. (...) Una vez al año, hasta 1975, yo acudía a la Asamblea General del Club en calidad de delegado gubernativo en razón de mi pertenencia al Cuerpo Superior de Policía. (...) Yo acudía como una especie de convidado de piedra al que el entonces presidente, el gran amigo de Lorca y pintor leonés, don Luis Sáenz de la Calzada, recibía con habitual y exquisita cortesía. Así iniciaba yo amistades que perduran y hasta aprecios compartidos».

Un palomar habitado por desencantados, fumadores de hierba, ácratas venidos a menos, bohemios de provincias, sandinistas, agitadores sin nada entre las manos, intelectuales...Cualquiera que haya conocido el exquisito trato de Sáenz de la Calzada entiende la conversión del ‘espía’ en cómplice para sacar adelante un Club que no lo tenía fácil de otra manera, como él mismo contaba: «En aquella época los tiempos eran más bien difíciles para tal tipo de creaciones; se respiraban aires distintos a los actuales y las ocasiones de juntarse con amigos que pensaran de manera parecida eran, incluso a hurtadillas, más bien insólitas. Eran los tiempos en los que la calle era de Fraga (...) Ello hacía imposible la reunión para aquellos que no encajaran en el esquema de creencias imperante».

El recordado pintor, actor de teatro en La Barraca, estomatólogo, estudiante de Biológicas en tiempos muertos por pasión personal (¿algo que ver en el nombre? y hombre de letras recuerda cómo nació aquello, y los nombres: «En un café, en la barra de algún bar, creo recordar que Manolo Jular me habló del tema. Fue concretando el tema el trato con gentes de mente clara, como Roberto Merino, Justino Burgos, que posteriormente nos abandonaría (fue consejero de la Junta por el PSOE), Peláez y su mujer, Manjoja, Nana, Olga, Pani y Jesús, Ponga, Pastrana y un largo etcétera de nombres que podría enumerar».

Y así nació el Club con un acta de constitución firmada por Sáenz de la Calzada, Justino Burgos, Antonio López Peláez y Ricardo Vega, que fueron la comisión que admitió entre los primeros socios a nombres como Roberto Merino (al que tocó lidiar en su condición de abogado con algunas prohibiciones), el biólogo Luis Caro Dobón, la veterinaria Carmen Paniagua (Pani), Manolo y Jesús Jular, la profesora Josefa Manoja, Nana... De esta última recordaba Calzada: «Luisa Fernanda Montañés, Nana, trabajó mucho, desde el principio. Ella estudiaba biológicas, y yo también, que me dio en aquella época por estudiar, y allí hicimos gran amistad».

No fue la añorada sede de Puerta Castillo (el palomar) la primera del Club. El acta fundacional se firmó en la que tenían en Cipriano de la Huerga: «No había luz eléctrica ni ninguna comodidad, y un frío horrible. Con maderas hicimos unos bancos y una mesa para reunirnos». Pudieron tener otra sede mucho mejor en la calle La Rúa pero al ir a alquilarlo, además de alabar otras bondades, el presidente cometió el error de alabar «que tuviera dos puertas para salir y el sueño sospechó y no nos lo alquiló», hasta que apareció el CCAN, que era de la familia de Catalina Fernández Llamazares (nieta), cuyo marido era el imaginero Víctor de los Ríos. Hasta su polémica expulsión por el Ayuntamiento hace pocos años.

Hay muchos actos y celebraciones que marcaron un hito en la ciudad. La primera gran actividad fue una exposición de artistas leoneses (Sáenz de la Calzada y Jular entre ellos), allí debutaron Deicidas con el primer concierto de rock del Club, también nació la lucha feminista de a mano de la asociación Flora Tristán, se celebraron ciclos de cine impensables para la época (de cine alemán o de cortos del leonés Julio Suárez), estrenó el grupo de teatro Grutélipo, presentaron Luis Mateo Diez, Agustín Delgado y José María Merino su famoso y socarrón ‘Parnasillo provincial de poetas apócrifos’, también el grupo de poesía Barro, con Julio Llamazares, Carlón y Miguel Escanciano, que también ofreció un concierto de ‘Canciones para la libertad’. Y entre los primeros conferenciantes(en los 70) estuvieron gentes como Ludolfo Paramio, Gregorio Peces Barba o Manuela Carmena. Sin olvidar su excelente comicoteca.

La comisión de patrimonio del club recorrió toda la provincia, se luchó contra la central nuclear de Valencia, se presentaron los Deicidas, nació la asociación feminista  Flora Tristán... Pero, seguramente, las dos actividades con más trascendencia pública, fuera del palomar, fueron su activa oposición a la central nuclear de Valencia de Don Juan (también al campo de tiro del Teleno, con salidas al lugar) y la intensa actividad del departamento de Patrimonio, con Juan Carlos Ponga y Luis Pastrana a la cabeza, de quienes decía Calzada: «Los recuerdo con especial cariño, recorrieron toda la provincia y el trabajo que publicaron nos valió el Pimiento de Oro (del ayuntamiento de Ponferrada). Fueron capaces de llevar a cabo una labor ardua».

También recordaba el presidente cómo se gestó la oposición a la central nuclear: «Como presidente del Club fui a una cena con Martín Villa. Y tuve la ocasión de decirle: ‘Yo no sé de quién ha partido la desdichada idea de hacer una central nuclear a 10 kilómetros escasos, en linea recta, de León. Hay que crear energía aquí (...) Se organizó una manifestación con tractores en Ordoño, que llegó hasta el Gobierno Civil. Allí se armó y hubo varios detenidos». 

Todas estas historias propiciaron que en la ciudad se repitiera que «eso es una tapadera» y Olga Castrillo, una de las históricas, no duda en reconocer un denominador común: «Era independiente de partidos; era una plataforma ciudadana y antifranquista».

Ese carácter antifranquista fue el que hizo que con la llegada de la democracia, la legalización de partidos y asociaciones, el CCAN entrara en otra etapa diferente, marcada por la presencia del bar, el singular palomar, el humo, la comicoteca, el ajedrez, nuevas luchas... Manolo, camarero allí durante 9 años, se lo explicaba a Eloísa: «Lo mejor fue la propuesta de Nana de abrir todos los días, aunque se vieron muchos rechazos, a algunos de los antiguos les molestaba el ruido, la música...».

Y un duro golpe fue la insensibilidad municipal con su historia y su desalojo del palomar, que les ha convertido en un club «errante», como se puede comprobar en estos actos del 50 aniversario distribuidos por diferentes espacios de la ciudad y la provincia, como la Xana del Torío (en la estación de Feve de Pedrún de Torío), uno de los lugares donde pervive el viejo espíritu cecanero y mantiene su actividad. Tuvieron una sede provisional en el Barrio del Ejido pero aún siguen esperando otra «aparición»como aquella de la buhardilla que había sido de los Fernández Llamazares.
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