01/12/2021
 Actualizado a 01/12/2021
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Yo sé dónde se hacen los días. Es cuestión de levantarse en el instante justo, ese que genera eternidades. Levantas la mirada por encima de tejados, la lanzas allá, más lejos de las últimas farolas de los caminos que salen del pueblo y justo allí, tras la negra línea defensiva de las siluetas de los árboles, se va elevando un calor como de horno. Imagino a ese Dios panadero dando órdenes, supongo la forja de los cíclopes, el carbón al rojo vivo, el estruendo universal de fragua y el vapor al templarlo en el agua del río. Sonríen satisfechos. Da el visto bueno. Un día nuevo. Sueltan el hilo que lo sujetaba, como si fuera el globo de uno de esos niños que luego lloran.

Y así, sumando fuegos y afanes, corrientes y sudores, días, se va formando el calendario. Descubrir sus movimientos astronómicos detrás de la tramoya, elegir las semillas y las labores propias de cada época del año, asignar las festividades y los santos o entidades protectores y propiciatorios fue uno de los grandes empeños, logros de lo humano como especie. Todas las civilizaciones que un día fueron encomendaban a los más sabios y buenos hombres la elaboración del calendario.

Hoy en día, sin embargo, lo dejamos al capricho e interés de las grandes empresas y de algunos alcaldes megalómanos (dime de qué presumes…). Todo empezó con el globo sonda de comprar la lotería de Navidad en verano. No nos dimos cuenta del trampantojo y ahora se han lanzado a una carrera estúpida por ver quién enciende antes el alumbrado navideño. No ha pasado San Andrés y las calles ya empalagan de destellos. Me encanta la Navidad, pero a su tiempo. Las realidades fuera de su momento se marchitan o pierden su sentido. Esto será lo que acabe pasando.

Contaba mi abuela de un sacristán que iba hasta un pueblo cercano y le dijo al cura a ver si tenía algún encargo por aprovechar. El cura le dijo: «Ya que vas, mira a ver si te enteras cuándo es la Semana Santa». Cuando volvió el sacristán, se veía de lejos que algo no marchaba bien. «¡Señor cura, ya estaban con la procesión del Domingo de Ramos!», gritó antes de bajar del burro. A lo que contestó el cura con aplomo: «Pues sube arriba y toca a Gloria, que a nosotros no hay quien nos quite la delantera».

Y la semana que viene, hablaremos de León.

Ps: Con mi agradecimiento a todos los que trabajan en la planta 8 del Hospital de León.
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