Tino 'El Cojo', un paisano que luchaba

Constantino López, Tino El Cojo de Paradilla, cumpliría ahora 100 años. Mutilado de guerra siguió luchando pese a ello gracias a su extraordinaria potencia. Su biografía es un pozo de anécdotas. El día 12 será homenajeado

Fulgencio Fernández
08/04/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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La magia de la lucha leonesa, hasta ahora, es que sus practicantes, sus mitos, son paisanos de nuestros pueblos, gentes con las que sus seguidores compartieron vidas y anécdotas, vecinos admirados, pero vecinos. Y cercanos.

Uno de ellos, inolvidable, es el protagonista de esta galería de inolvidables, de paisanos: Constantino López, Tino El Cojo o Tino El Mutilado de Paradilla, que los dos apodos llevaban pues los dos son el mismo.

Por estas fechas cumpliría Tino 100 años y por ello su ayuntamiento, Valdefresno, le realizará un homenaje el próximo día 12, para recordar a un nombre que cualquier aficionado a la lucha, que cualquier seguidor de las historias de sus paisanos, conoce. Un tipo que, además, con su excelente humor contaba su biografía plagándola de anécdotas. Le recuerdo sentado con su hija en un banco del parque del Polígono X, era una gozada pararse a hablar.- ¿Cuando empezaste a luchar?- Al día siguiente de nacer, yo no me acuerdo de nada que no sea luchar. Era mi pasión, muchas veces le decía a mí padre, «voy a hacer un recado» y acababa en un corro en Puebla de Lillo, por ejemplo, igual ni volvía en el día. Menos mal que como ganaba y traía los premios y las perras la cosa parece que se suavizaba. Y tercia su hija a la hora de explicar a qué extremos llevaba su pasión. «Cuando yo nací no estaba en casa, había ido a luchar a Canarias; y otra vez me llevaba con él y se encontró con los Molineros de Carbajosa, se enredó con ellos, se pusieron a luchar y allí me tuvo tres horas esperando».La lucha era otra historia. Y, en el caso de Tino, por suerte ya que su fama le permitió conservar la pierna. «Fue en la guerra, en el frente de Teruel. Me habían pegado un tiro y estaba en el hospitalillo, en una fila, esperando para que me vieran los médicos. Vino una monja y me preguntó si era el luchador de la Sobarriba y, al decirle que sí, me cambió de fila. No hablamos más pues no estaba yo para muchas conversaciones». Ycontaba Tino que se mosqueó con la monja, que veía que en la fila que estaba antes iban más rápido y empezó a maliciar que aquella monja era pariente de algún luchador al que había zurrado y le estaba pasando factura. Ya estaba en la habitación, operado, volvió la monja y Tino se lo dijo, medio enfadado. «No luchador, no es eso. Lo que ocurre es que estabas en la fila de los que amputan las piernas porque estaban mal y te puse en la de operar... Y se tarda más en operar que en cortar».Después de este hecho se produjo otro que habla de la pasión de Tino por la lucha. «Me mandaron a casa a que me acabara de recuperar, pero todavía con las heridas vendadas... Vi un corro de lucha y no me pude aguantar, salí, una carnicería, me supuraban las heridas...» y riendo añadía, «pero gané»;aunque casi le cuesta otro disgusto, pues a su regreso vieron que no se había cuidado y le enviaron a pasar un tribunal en Ceuta. «Iba asustado pero encontré a un mando que dijo: ‘esos cabrones que te mandan aquí tenían que haber estado como tú y yo en el frente, en Teruel’. Menos mal».Había comenzado a luchar Tino antes de la guerra, con solo 14 años recordaba una tarde de gloria en Cistierna, «gané tres premios en un solo día:gané el corro, el que más rivales tumbé y el de la afición, que ése me lo tenían que dar en todos los pueblos». Hablaba con especial cariño de sus enfrentamientos con el malogrado Sastrín de Rucayo. «Era muy bueno, una vez le gané y otra me ganó, entonces yo también estaba en ligeros». Entre las derrotas le escocía una en Tolivia, en un corro organizado por Ildefonso Fierro, con una selección de los luchadores más famosos de la época, entre los que estaba él y El Sastrín. «Pero me tiró Basilio, El Rubio de Ranedo, un tipo absolutamente imprevisible». (Era el abuelo de Cigarrones). El anecdotario de premios era curioso: una escopeta, un armario de tres puertas, mazapanes «y al que más rendimiento saqué, una bicicleta, que iba en ella a los corros... cuando me dejaban luchar pues a veces me pagaban la mitad del premio para que marchara». - ¿Es cierto que no encontrabas camisas para ese cuello?- Cómo que no tuve una que me abrochara hasta que me la hice para la boda, a la medida, antes si me valía el cuello era grande de cuerpo, o al revés.
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