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Tinder II: Amores y otros fantasmas

15/07/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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Podéis cachondearos todo lo que queráis de la aventura tinderiana de mi amiga, podéis vacilar con si de verdad Marta existe, pero no es ninguna coña lo feliz que está desde que ha descubierto el juguetito del Tinder para conocer gente.

Dicen que a las mujeres, para que seamos felices, hay que hacernos cualquier cosa menos aburrirnos... Tal cual, oye.Marta –que igual ni se lllama así, pero eso es lo de menos– tiene desde hace unos días un brillazo en los ojos que da gusto verla. Y no es que ya ha encontrado otra media naranja, ni falta que le hace: lo que ha recuperado esta mujer son las ganas, la ilusión, que no hay mejor gasolina que las ganas de vivir para poder con todo.

Quedamos con ella para que nos pusiese al día de sus avances en esta experiencia tan emocionante que a mí me daba tanto miedito. Me llamó antigua, tócate las narices. Así, nada más verme. ¡Que yo te hice el perfil, coño! Dice que no esperaba que le hablara tanto de la precaución y los peligros de los desconocidos y blablablá, pero es que está desatada con tanto ligue y no acabo de ver claro lo de quedar alegremente con un tipo del que no sabe nada (¡que ellos también mienten como bellacos en sus perfiles!). Y no digo que en cada cita tenga que ponerse a temer si será un psicópata o no, pero nena...

Marta, que nunca sabía dónde había dejado el móvil, que nunca lo oía (lo llevaba silenciado), es ahora una tía feliz y pegada al cacharrín. Cada vez que le suena, sonrisa. Y mensajes a todas horas.

Habla sin parar de ‘César45’, de ‘Astur38’ o de ‘JaviLeo’. Ella va de carcajada en carcajada y las demás buscamos pegas a todos. Pero merecen la pena esta juerga y todos los ‘candidatos’ que –aunque sea por un ratín– le quitan a Marta sus tristuras.

Al fin y al cabo –D.F. Wallace dixit–, todas las historias de amor están llenas de fantasmas... ¡Y de vida!
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