Tiene el reloj la luna y el sol, ¿y la hora?

El reloj de la Catedral, el actual pues hubo otros anteriores, es el protagonista de la mirada a los años 70 de Fernando Rubio que, además, nos regala el añadido de recuperar ‘en el mismo lote’ la figura del relojero, Amado Fernández Puente, todo un artista

Fulgencio Fernández
09/05/2022
 Actualizado a 09/05/2022
Amado fue también escultor, algo que le ayudó mucho en su trabajo en el reloj de la Catedral. | FERNANDO RUBIO
Amado fue también escultor, algo que le ayudó mucho en su trabajo en el reloj de la Catedral. | FERNANDO RUBIO
Es una costumbre muy propia de los tiempos que corren viajar hasta ese pozo de todas las ciencias y también de numerosos bulos y mentiras que es Google. Seguramente un arma extraordinaria sabiendo bucear, discernir y mirar quién está detrás de las noticias o presuntas noticias.

Fernando Rubio, aislado en la lejanía de su tierra leonesa, lo suele hacer como maniobra de acercamiento con evidente tino pues tiene una gran ventaja, que sólo trata de refrescar la memoria pues las imágenes que recoge son suyas, las saca del baúl de los recuerdos y así los refresca.

También para el reloj de la Catedral de los años 70, hubo otros antes, viajó y encontró sorpresas. La agradable fue que pudo refrescar los recuerdos del relojero, Amador Fernández Puente, un personaje fascinante. Y también se encontró con una sorpresa que no sabía muy bien cómo valorar, y es que el reloj había sido bastantes años después de sus fotos, en los 90, protagonista de una curiosa polémica recogidaen la prensa nacional. Y es que un partido político, la UPL, pedía a la casa Rolex que arreglara el reloj que estaba parado y el Cabildo respondía que no era cierto, que funcionaba, y un tercero, un historiador curiosamente vinculado a la UPL, explicaba que tal vez lo que ocurría es que muchos leoneses no lo entendían al ser de una sola aguja. Esta polémica provocó que el diario El País pusiera a la información un llamativo titular: "El reloj de la Catedral de León solo da la hora para algunos". Y abundaba en la explicación del historiador, Alejandro Valderas: "Mucha gente dice que no funciona, es posible que alguno no entienda su sistema de una sola manecilla y esfera de 24 horas".

Increíble para Fernando lo que estaba leyendo que le provoca una reflexión: "¡Los leoneses no se ponen de acuerdo ni en la hora! y, ni siquiera con la estrella polar (estrella del norte) en la esfera, consiguen mantener un rumbo común".

Al margen del rico anecdotario del reloj Fernando Rubio recuerda que "estas fotografías mías son de 1975, en ellas podéis ver el proceso de restauración de la esfera del reloj de la torre Sur de la Catedral de León", que era el motivo del reportaje, y al autor del de la restauración Amado Fernández Puente, de quien lamentaba haberse olvidado "pese a que era amigo; pero el tiempo y la distancia".

Era un personaje el relojero. Y un artista, nacido en Santovenia del Monte en 1931. En su fallecimiento la Junta Mayor de Semana Santa, para la que había trabajado con cierta frecuencia, recordaba algunas pinceladas de su importante trayectoria, no solo como relojero, también como escultor, "alumno de Isidro Diez Villayandre y más tarde de Andrés Seoane, quien a su vez había sido discípulo de Francisco Asorey. Trabaja con Seoane en la Basílica de San Isidoro y en la Catedral de León para reponer lo dañado tras el incendio de 1966".

En el campo de la imaginería religiosa destaca "su obra más celebrada, la realizada en el año 1969 para la Cofradía de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz, el ‘Santo Cristo de la Agonía’. Esta imagen, excepcional copia del ‘Cristo de los Balderas’ de Gregorio Fernández, fue realizada tras la imposibilidad de seguir procesionando el original debido a su mal estado de conservación".

Pero, sobre todo, el recuerdo de Amado es el de un personaje entrañable y muy cercano.

Este polémico reloj no es, sin embargo, el original de la Catedral, ni mucho menos. Jorge Martínez Montero, profesor de la Universidad de León, en un trabajo sobre los relojes de las catedrales de Oviedo, León y Burgos, documenta otros anteriores en la de León y escribe. "El primero de los relojes documentados en la catedral de León fue el que hizo el fraile Francisco en el año 1523. Tras funcionar en la torre durante más de dos siglos, quedó muy dañado por los retejos realizados y la ausencia de limpieza de sus engranajes. Fue reparado en 1758 por el cerrajero José Rodríguez Noboa y dispuesto en 1773 en el testero de la nave mayor.

La segunda de las maquinarias comienza a dar problemas, por lo que, en el año 1749,de Burgos y Oviedo, y se acuerda poner uno nuevo con cuartos dentro y fuera, peticionándose a la ciudad de Londres. Sin embargo, en enero de 1772 el relojero zamorano Francisco Francos presenta un proyecto de un nuevo reloj a los comisionados del cabildo, de los que obtiene su beneplácito a finales de año.

Entretanto, en la sesión del 21 de abril de 1773 se recibe un nuevo memorial firmado por el relojero Felipe Gálvez en el que expresa su deseo de hacer el reloj. Un hecho que acelerará el proceso de ajuste de la obra, suscrito mediante contrato con el maestro Francos, fechado el 14 de mayo de 1773, por un importe de 40.000 reales y que permanecerá en la torre durante quince años".

Señala el profesor que "ante la necesidad que la catedral tuviera un buen reloj, el cabildo encarga que se practiquen las diligencias oportunas para saber qué costará traer uno de Londres, viniendo de allá persona inteligente a asentarlo, a la vez que el reloj viejo lo hacía con el mayor desarreglo, causando por lo mismo muchas y graves incomodidades.
Este hecho se ratifica el 4 de enero de 1784 cuando el cabildo recibe una carta remitida desde Valladolid por Simón Gómez Gaioso, en la que se le recomienda la compra de un nuevo reloj en Londres.(...) El 5 de febrero de 1787 el cabildo descarta la posibilidad de adquirir el nuevo reloj en el país sajón debido al "costo que tendría si se traxesse de Londres" optando por que "igualmente de la proporción que manifiestan hay en Madrid de un buen reloxero" y, explica, Moreno, "se trataba del relojero madrileño Ramón Durán, quien, en el mes de abril del citado año, tras pasar por la catedral de Oviedo a instalar su reloj, pararía en la ciudad con el fin de concertar otra maquinaria para la pulchra leonina. (...). En noviembre de 1788, Ramón Durán recibe una ayuda de costa de 50.000 reales, de la que 45.000 constituyeron el ajuste del reloj. Convinieron que otros 3.000 reales se destinasen a que el relojero hiciese en el reloj el movimiento que insinuaba en su memorial para la luna y el sol".

Finalmente la restauración que sufrió la maquinaria en el año 1992 implicó que se retirase la esfera original.
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