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Tiempos salvajes

27/02/2022
 Actualizado a 27/02/2022
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Siguen las caídas del guindo. La invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin no sólo sirve para detectar a los fans del autoritarismo. También descubre (si es que no se sabía ya) la caterva que gobierna, incluso en los países supuestamente civilizados. Por ejemplo, quien fuera canciller alemán, el socialista Gerard Schröder, es alto directivo de la empresa gasística rusa (y patrocinadora de la Champions League) Gazprom. Y desde su posición absolutamente ‘neutral’ ha pedido que se eliminen las sanciones y medidas contra Rusia por su actitud agresiva y asesina.

Igual que su caso, hemos descubierto que el ex primer ministro italiano, Matteo Renzi, estaba a sueldo de la oligarquía ‘putiniana’, aunque al menos ése ha dimitido ante el ataque militar. Y que tanto Alemania como Italia estaban bloqueando algunos de los castigos más ‘duros’ (es un decir) contra Rusia, como su expulsión del sistema bancario internacional SWIFT.

Durante mucho tiempo se ha mirado para otro lado, pero ahora no hay duda: Rusia financia a colectivos y ‘lobbies’ aparentemente antagónicos (de extrema derecha y de extrema izquierda, petroquímicos y ecologistas) con la intención de desestabilizar Occidente y sacar tajada. En el caso de la cuestión energética resulta especialmente sangrante: hasta unas pocas horas antes de la invasión de Ucrania, Alemania profería amenazas contra Polonia (un país que desde posiciones oficiales de la Unión Europea se ha calificado como poco menos que el infierno en la tierra, pero que está acogiendo a todos los refugiados ucranianos que entran en su territorio) por pretender poner en marcha un sistema de centrales nucleares.

Salvo cuatro enajenados que necesitan airear la habitación desde hace meses, nadie cuestiona que hay que revisar el sistema de consumo de combustibles fósiles para garantizar el futuro de la vida en el planeta. Pero apostar por el cierre de centrales nucleares o fiarlo todo a las energías renovables ha supuesto una dependencia energética europea del gas ruso. Y esa dependencia energética se acaba transformando en una dependencia política. Italia acaba de aceptar que no bloqueará la expulsión de Rusia del sistema SWIFT (igual que Chipre, tradicional destino del blanqueo de capitales de la mafia rusa), pero al cierre de esta edición Alemania seguía poniéndose de perfil. Un país que, pese a joder reiteradamente al resto de Europa a lo largo de su historia, todavía se permite ir dando lecciones e imponiendo sus criterios a los demás. Empiezan tiempos todavía más salvajes, pero al menos resultan útiles para que vayamos aprendiendo lecciones importantes.
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