11/09/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Escribía el otro día mi vecino de página, (el enchufao), una frase, famosa por demás, que él atribuía a Mariano Domínguez Berrueta: «León, clima propio de bueyes y algún que otro canónigo». Yo siempre le añado, a lo del canónigo «cebao». El caso es que uno siempre creyó que la frasecita la había parido Victoriano Crémer o Antonio González de Lama, que nunca he estado seguro. La verdad es que la cosa no tiene ninguna importancia. De todas formas, prefiero creer que yo tengo razón y el enchufao no. Cuestión de principios: de lo poco que he leído de unos y de otros, el juntaletras que más me gusta es Cremer.

Es cierto que aquí hace un tiempo infernal; en invierno te arrices de frío y en verano te asas, como san Lorenzo. Este asunto del tiempo influye mucho más de lo que creemos en la forma de ser y de vivir de la gente. ¿Porqué creéis, si no, que los del norte de Europa son tan pavisosos? Los de León, por desgracia, tenemos algo de ellos. La tristeza, la melancolía, el pesimismo genético, nos hace mirar la vida de otra forma totalmente distinta, pongo por caso, que los canarios o los andaluces. Y todo por culpa del frío.

Mirad, por ejemplo, el asunto de los escritores o de los políticos, que ambos tienen mucho más en común de lo que parece. Exceptuando a don Antonio Pereira, ninguno de los cientos de miles de los atribulados escritores que habéis padecido, tienen el don de la ironía en sus escritos. Y la ironía es una de las pocas armas de verdad que le queda al hombre. Aquí, en general, somos más tristes que un pájaro afónico. Otro ejemplo: Zapatero. Un tipo que se cree a pies puntillas todas las ideas que leyó cuando le comenzaba a salir la barba, sin evolucionar lo más mínimo, tiene que salir rana. Hasta que, por fin, la ‘mastresa’ de Europa le llama al orden y todo se derrumba como un castillo de naipes. Lo mismo se podría decir de ‘Búfalo’ Villa o de la difunta Isabel Carrasco. O de Gamoneda, o de Luis Artigues, pongo por caso.

Hace frío y todo se para. Salimos de casa porque no queda más remedio, porque tenemos que trabajar, a disgusto, o comprar o cualquier otra banalidad cotidiana. Y cuando hace sol, lo mismo. Trabajar se convierte en un infierno y solo se está a gusto en casa o en la piscina.

Por eso no os extrañe de que nos vaya tan mal como nos va. Porque, aunque no lo logréis comprender, tanto frío y tanto sol nos inhibe para lo de yacer y procrear. Por eso, muere mucha más gente de la nace. Por eso esta tierra se está quedando vacía de ilusión. Tendremos que echar mano de los gallegos o de los bercianos, como toda la vida de Dios, para repoblar nuestros pueblos. Allí hace menos frío y menos calor y follan mucho más. Y no me llaméis bruto. Tengo razón. Menos mal que nos queda el otoño, la única estación que merece la pena en esta tierra. Id, si tenéis un poco de tiempo, a Sajambre o a Valdeón y en el camino, disfrutad de los bosques de hayas con la sinfonía de colores de sus hojas. Queda dicho.

Salud y anarquía.
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