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¿Tiempo de olvido?

26/09/2020
 Actualizado a 26/09/2020
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Mañana el Papa Francisco ha convocado la jornada Mundial del Migrante y el Refugiado. Se trata de no olvidarlos, de reconocer su presencia en medio de todo este mar de olvidos que nos aleja hasta del paso de las estaciones, y del reposo somnoliento y dorado de este trémulo septiembre de regresos, inciertos algunos, pero retornos al fin y al cabo.

Los desplazados, que seguirán ausentes de las tertulias, redes e informativos. Ante este acontecer que les veta el paso porque el insalubre gran señor lo fagocita todo. Ahora un alto en el camino para recordar a los que nunca anidan, a los que obligan a volar sin alas. Eso también les ocurrió a los nuestros, porque nosotros también huimos de la barbarie totalitaria. Y de los buitres, señores del dinero y de la guerra, que cazan pájaros sin plumas, avecillas de presa represadas y represaliadas por los dueños de la lazada al viento.

Y recordamos a los que malvivían en Moria. Aquel moridero implacable de moribundos desesperanzados. Reducto rebosante de seres humanos hacinados.

Los 13.000 que clamaban desde sus contenedores aquilatadores de sueños, implorando las migajas de una tierra prometida a otros. Los niños huérfanos desnacidos, sin vuelta al cole, porque siempre andan deambulando desnortados por ásperos caminos de tierra estéril. Entre alambradas que se alzan desafiantes, dispuestas a rasgar las carnes del cielo que se les resiste.

Esa Moria que ‘permoría’ entre ráfagas constantes de palabras entrechocadas en una Babel imposible que confundía rezos y razas. Entre estacas, peleas, golpes, ruidos y voces.

Esa Moria en la que hace apenas quince días estallaron multitud de llamaradas de terror que destrozaron los escasos sueños rotos.

Dicen que también provocadas por el maldito virus.

Ya no hay ojos temerosos que se pierdan en la distancia clavándose en un horizonte.

Moria ya no es regazo de hielo. El fuego les expulsó convirtiéndoles en dobles desterrados. Les aisló más de la isla de Lesbos proscribiéndoles de la que fuera cuna de la civilización occidental.

Vieja carcoma que rechaza a los diferentes sean refugiados, migrantes, extranjeros y pobres. Dicen que la amenaza son ellos, los más amenazados que huyen del hambre, la injusticia, la pobreza. Esos que son como el Hijo del Hombre que no tiene donde reclinar su cabeza.

Moria ya no existe, se murió entre lágrimas abrasadas. Y sus habitantes se quedaron otra vez a la deriva. Esperando que los civilizados les acojan.

El mundo tiene muchas estancias, algunas vacías. Y este, ni puede, ni debe, ser tiempo de olvido.
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