Tiempo de nieve y duelo

05/01/2021
 Actualizado a 05/01/2021
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Lo desenvolvimos con una rabia dulce, en la que se había convertido la ilusión contenida durante tanto tiempo por tocarla. La estampa blanca que lucía en las montañas leonesas era el regalo de un año que se presentaba como, de verdad, algo bueno. Es lo que nace y se despereza tras el parto con esos deditos minúsculos que por primera vez se frota los ojos para saberse inconscientemente real. Y la nieve le daba la bienvenida cándida que nos estiraba la mano para recogernos y volver a llevarnos al camino. El vestido desbordaba como la esperanza de la novia, para conquistar a los invitados que por primera vez en meses, incumplían el aforo permitido con el trineo como ‘salvoconducto’. Primer fin de semana de enero de 2021, la historia escribirá sobre la bañera polar que se llenó en las estaciones de esquí y que no dejó llegar al Morredero, golpeando de gotas de coches las paralelas de la carretera en el intento. Había que jugársela, cruzar los dedos y, si la suela del zapato resbalaba, aún con esa ayuda de la suerte, dejarse caer y esperar que la ladera amortiguara. Eso ya no daba miedo. Hemos aprendido a colocarlo donde debe estar. Pero se acercaba y en San Isidro no dio tiempo a gritar para alertar que llegaba, y que lo hacía con tragedia. La nieve no pudo agarrarse al suelo en la estación de esquí y se deslizó, primero como una caricia confusa, después como un terremoto y al final, tanto blanco mudó a negro. Bajo el manto húmedo, soga, frío, muerte. La nieve de los muñecos con nariz de zanahoria se convertía en bomba y se llevaba la vida de los que intentaban educarla. No se dejó a la quitanieves y la sepultó para seguir siendo salvaje. Nada cede en este 2021 en el que la cuerda del Covid sigue tensando la normalidad. Y donde creemos mantener la sonrisa a salvo, llega la más cruel de las bofetadas. Así no se premia la alegría de un recién nacido. Así no 2021.
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