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Ticket regalo

12/01/2020
 Actualizado a 12/01/2020
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¿Creen que se acabaron las Navidades? Pues aquí va un último polvoroncito, como si lo hubiesen pedido al estilo de la foca esa del meme. Estoy con muchos de ustedes en que las fiestas se me han hecho largas. Por primera vez desde que tengo memoria. Me lo he pasado en grande en cada comida familiar y cena de amigos, sin excepción y de verdad de la buena. Pero el año que viene me largo tres días a la playa como hay dios. Aunque no seré el primero que lo haga: eso y montar banquetes a base de huevos fritos, picadillo y patatas fritas dejó de ser una experiencia radicalmente disruptiva hace tiempo.

He dicho que las comilonas fueron bien y de los regalos tampoco tengo queja. Y eso que regalar y recibir regalos como adultos, a veces se complica. ¿Son ustedes de fácil regalar? Hay mucha gente que lo es porque desea muchas cosas y otra gente que apenas tiene necesidades, y es un hueso. La que tiene aficiones lo pone fácil y la que no, peliagudo. Y luego están los exquisitos.

Regalar es sufrido pero satisfactorio cuando se hace el esfuerzo de peinar hasta el último rincón comercial de la ciudad o la web (y de la imaginación) y se da con lo acertado. Esta Navidad, mis Reyes se lanzaron a regalar ropa del Zara Kids y sorpresa: ¡ticket regalo! Acertaron con los detallitos de andar por casa, pero cuando se atrevieron con un bolso que creyeron elegante… ¡ticket regalo!

Pero recibir regalos es lo verdaderamente duro. El tema empezó muy bien para mí, con sorpresas por parte de Papá Noel. Y en Reyes se aceleró. Llegó un bonito intercambio de naranjas por limones y también de libros. Pero se empezó a atascar la cosa cuando recibí el mismo regalo por partida doble. Y no se vayan a pensar que cualquier cosa: no uno sino dos, irrigadores dentales. Así que: ¡ticket regalo! Me han traído productos de León y un fin de semana en Paradores. Demasié. Pero también un billetero Montblanc con pinza, chulísimo, que no me entraba en el pantalón a pesar de que la pinza suelo llevarla vacía. Aunque no se lo crean… ¡ticket regalo!

Y por último, no me ha sentado tan bien como esperaba todo el tiempo que me he regalado a mí mismo, a veces me resulto indigesto. No sé cómo a mi madre no se le ocurrió pedirle a la cigüeña un ticket regalo hace treinta ocho años.

Malditos problemas del primer mundo.
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