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Theodor Kallifatides, literatura, vida y memoria

09/05/2022
 Actualizado a 09/05/2022
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A veces la literatura te provoca una felicidad extraordinaria. No exactamente placer, como suele decirse, sino felicidad. O, mejor, alegría. Y también una sensación de serenidad. Eso me ocurrió desde el primer instante en que leí a Theodor Kallifatides, a quien ahora, algún tiempo después, he tenido el privilegio de conocer durante el viaje literario que lleva a cabo por España.

Ignoro si la literatura puede ser una herramienta sanadora. Tal vez no lo sea, pero sí creo que puede ayudarnos a comprender el mundo, también a soportarlo, porque la literatura, como el propio Theodor ha dicho alguna vez, no es otra cosa que una forma de explicar el mundo, una manera de intentar entenderlo: «la literatura no arregla la vida, pero soluciona algunas cosas».

Este encuentro con Kallifatides, que se extendió durante una mañana y una tarde, me proporcionó una de las mayores satisfacciones que recuerdo en más de tres décadas dedicadas al periodismo cultural. Fue un privilegio, sin duda, escuchar sus palabras en vivo (Theo se maneja muy bien en inglés, pero su castellano no deja de mejorar cada día, tal es su pasión por el lenguaje). Y fue un privilegio poder hablar con él largamente de sus libros, al menos de algunos de ellos (ha escrito más de cuarenta en su larga carrera literaria). Varios están magníficamente traducidos desde el griego moderno original y han sido publicados aquí por Galaxia Gutenberg. El último, que apareció hace apenas unos meses en España, ‘Timandra’, es un libro sobre el amor y la muerte, sobre los héroes y sus vidas privadas, en el que se nos narra la vida de esta mujer fascinante en plena Guerra del Peloponeso.

Por supuesto, Kallifatides es, desde hace muchos años, un autor muy conocido. Y muy celebrado. Sus lectores son legión, porque es capaz de transmitir una energía misteriosa, ofrecer una belleza que, una vez acabada la lectura, nunca querríamos dejar de contemplar. En las distancias cortas, toda la emoción que se desprende de sus libros se hace aún más real. Kallifatides no necesita palabras sofisticadas. Todo sucede con gran naturalidad. Su conversación es delicada, tenue, su humor también es sutil, y escucharle, como leerle, se convierte en algo adictivo. Sus palabras nos explican el mundo, nos hacen navegar por la memoria de los últimos ochenta años, por el océano turbulento de la memoria de Europa.

Theo Kallifatides, como seguramente ya sabrán, nació en Grecia, conoció la ocupación nazi, que el cambió la vida, y decidió emigrar a Suecia en los años sesenta. Estamos ante un hombre que acumula ese gran caudal de la memoria en sus palabras, en sus escritos, también en su conversación dulce y serena.

En su biografía se explica Europa. El sur y el norte, lo mediterráneo y lo nórdico. Theodor es capaz de actualizar los mitos griegos, de hacernos revivir la historia clásica, pero, en realidad, habla del amor y de la muerte, de las emociones, de los seres humanos que luchan y aman en cada momento de la historia. «La emigración es una especie de suicidio parcial. No mueres, pero muchas cosas mueren dentro de ti», escribe en ese libro magnifico, imprescindible, que es ‘Otra vida por vivir’. Este es un libro sobre su propia vida. Como emigrante que ha de reinventar su existencia, que aprende nuevas lenguas, desde el sueco (¡en pocos meses!), al inglés y al castellano. En las lenguas anida la cultura.

Le pregunto si habría sido otro escritor diferente si nunca hubiera abandonado su país. «No lo sé», me dice. «Pero sé que sí habría sido escritor». Y entonces me cuenta una historia que ya ha referido en alguna otra ocasión. La historia que explica por qué decidió escribir. Algo que le ha acompañado durante sus más de cincuenta años de vida en Suecia, en compañía de Gunilla, su mujer, que también ha venido a España estos días.

«Seguramente lamenté mucho tener que emigrar, pero nunca me he arrepentido», me dice. Y lo cuenta en ‘Otra vida por vivir’. ¿Cómo arrepentirse de lo que Suecia le ha dado, de los amigos, de la familia? «Pero me hice escritor la tarde en que mi madre me llevó a ver una ejecución durante la ocupación nazi, en Grecia. Por alguna razón ella quería que yo viera aquello que iba a ocurrir. Aquellos hombres ejecutados contra la tapia de la iglesia del pueblo. Cómo sus cuerpos se cimbreaban y caían hacia delante. Y mi madre me apretaba la mano, no me la soltaba, durante la ejecución. Aquella mano era la esperanza y hoy, que ella ya no está, sigue siendo mi esperanza. He vivido toda mi vida con el calor de aquella mano. Y con la mirada de aquellos hombres condenados a morir. Recuerdo que volví a casa y no quise bajar a jugar con los amigos. Me puse a escribir, aunque no recuerdo nada de lo que escribí aquel día, claro. Mi padre estaba por entonces en prisión y supe que ya siempre me dedicaría a esto», explica.

La extrema crueldad sigue presente en la vida de los hombres. Hablamos de Ucrania, de la guerra. «La civilización no existe si no se tiene en cuenta la cultura. Esto lo aprendí en el Mediterráneo». Hablamos de las emigraciones, del desarraigo. De las mujeres. Todos son temas de su literatura, porque su literatura es sobre lo que le sucede a la humanidad.

«No heredamos de nuestros antepasados la empatía, ni la amabilidad, pero sí el color de los ojos. Por eso, cada generación tiene que empezar de nuevo. Tenemos que aprender a ser humanos una y otra vez. Eso lleva tiempo. Eso es la cultura. Y a veces, como en la guerra, como pasa ahora en Ucrania, de pronto empezamos a caminar hacia atrás. La literatura nos enseña esto: a ser seres humanos una y otra vez. Es una enseñanza que no está en otros lugares, pero sí en la literatura», dice el gran Theodor Kallifatides. Y así, en ‘El asedio de Troya’, el escritor nos narra la historia de una maestra griega que, dentro de una cueva refugio durante la ocupación de la Segunda Guerra Mundial, habla a sus alumnos de cuando los griegos sitiaron Troya, les cuenta ‘La Ilíada’ como una forma de exorcizar el horror del presente: «los horrores son los mismos miles de años después». Los horrores que regresan.

La vida pasa por sus ojos. Y por sus libros. Es su tercera visita a España. En contra de lo que dicen otros, Kallifatides asegura que «no hay exceso de ruido, me gusta este país, creo que está poco americanizado. La gente viene a verme más que en ningún otro sitio de Europa», dice sonriente. La suya es una gran lección de literatura, vida y memoria, que no deberían perderse.
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